La meditación (al-tafakkur) es un complemento indispensable del rito, ya que
valoriza la libre iniciativa del pensamiento. Sin embargo, sus límites son los de la
propia mente; sin el elemento ontológico del rito la mente no podría pasar de la
separatividad (al-farq) de la conciencia individual a la síntesis (al-ŷam’) del
conocimiento informal. Se fundamenta, en el Islam, en los versículos coránicos que
se dirigen a «los que están dotados de entendimiento» y que recomiendan los
«signos» (los símbolos) de la naturaleza para la meditación, y también en estas dos
máximas del Profeta: «Una hora (un momento) de meditación vale más que las
buenas obras cumplidas por las dos especies de seres dotados de gravitación (los
hombres y los genios, ŷinna)», y «No meditéis sobre la Esencia, sino sobre las
Cualidades de Dios y sobre Su Gracia».
Normalmente la meditación procede según un movimiento circular: parte de una
idea esencial de la que desarrollará las diversas aplicaciones, para reintegrarlas
finalmente en la verdad inicial, que de este modo adquiere, para la conciencia
reflexiva, una actualidad más inmediata y rica. Es lo contrario de una investigación
filosófica, que considera la verdad como algo que no estaría esencialmente y a priori
contenido en la mente del que conoce. El movimiento fundamental del pensamiento
es el que describe la meditación, y cualquier filosofía que ignore esta ley se engaña
sobre su propia gestión: la verdad que parece encontrar a fuerza de argumentos está
ya contenida en su punto de partida, a no ser que descubra, al término de un largo
rodeo mental, la refracción en la mente de un elemento pasional, de una preocupación
individual o colectiva.
El pensamiento individualista implica siempre una limitación, ya que desconoce
su propia esencia intelectual. La meditación tampoco capta directamente la Esencia,
pero la presupone; es una «ignorancia sabia», mientras que el raciocinio filosófico
procedente del individualismo mental es un «saber ignorante». Cuando la filosofía
escudriña la naturaleza del conocimiento, inevitablemente se mueve dentro de un
ciclo vicioso: cuando separa el sujeto del terreno objetivo y no reconoce al primero
más que una realidad completamente relativa, en el sentido de la «subjetividad»
individual, olvida que sus propios juicios dependen de la realidad del sujeto y de la
veracidad que éste pueda tener; por otra parte, cuando declara que cualquier
percepción sólo tiene un alcance «subjetivo», por tanto relativo e incierto, olvida que
este mismo aserto aspira a la objetividad. Para el pensamiento no hay salida de este
dilema; la mente, que sólo es una partícula del universo, o una de las modalidades de
la existencia, no puede abarcar el universo, ni definir su propia posición respecto a la
totalidad. Si trata de hacerlo a pesar de todo, es que hay en ella una chispa del
Intelecto que comprende y penetra realmente todas las cosas.
El hadît sobre la meditación que hemos citado en segundo lugar («No meditéis
sobre la Esencia, sino sobre Sus Cualidades y Su Gracia»), significa que la Esencia
nunca puede llegar a ser objeto del pensamiento, que es distintivo por naturaleza en
tanto la Esencia es una. En cambio, la meditación concibe, en cierto sentido, las
Cualidades divinas, sin que, no obstante, pueda «Saborearlas» directamente, lo que
entraría a formar parte de la esfera de la intuición pura.
El terreno propio de la meditación es la discriminación entre lo real y lo irreal, y
el objeto por excelencia de esta discriminación es el «yo». La discriminación
meditativa no alcanza de modo directo la raíz de la individuación subjetiva, pero
capta sus aspectos extrínsecos, que representan otras tantas desproporciones entre una
afirmación casi absoluta, contenida en el ego, y el carácter efímero y fragmentario de
la naturaleza humana individual.
Es preciso comprender perfectamente que no es esta naturaleza individual como
tal lo que constituye la ilusión egocéntrica; el «velo» (al-hiŷâb) que hay que desgarrar
es, únicamente, la atribución a esta naturaleza individual de un carácter autónomo y
«apriorístico» que sólo corresponde a la Esencia.
Comments