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Foto del escritorAmenhotep VII

El Universo en un Solo Átomo - Dalai Lama (Parte III)



Haciendo examen de mis setenta años de vida, veo que mi encuentro personal con la ciencia se produjo en un mundo casi totalmente precientífico, donde lo tecnológico parecía milagroso. Supongo que mi fascinación con la ciencia sigue basándose en el inocente asombro que me producen sus maravillosos logros. Desde el principio, mi recorrido de la ciencia me ha llevado por caminos de gran complejidad, como el impacto de la ciencia en nuestra forma de entender el mundo, su poder de transformar las vidas humanas y la propia Tierra en que vivimos, y los terribles dilemas morales que plantean sus descubrimientos más recientes. No obstante, no podemos y no debemos olvidar la maravilla y la belleza de aquello que los ha hecho posibles. Los descubrimientos científicos han enriquecido muchos aspectos de mi cosmovisión budista. La teoría de la relatividad de Einstein con sus impresionantes experimentos lógicos ha recubierto con una textura empírica mis conocimientos de la teoría de la relatividad del tiempo de Nagarjuna. La imagen extraordinariamente detallada del comportamiento de las partículas subatómicas en los niveles más pequeños imaginables me hace pensar en la enseñanza budista de la naturaleza dinámicamente transitoria ele todas las cosas. El descubrimiento del genoma que todos, compartimos pone de relieve la visión budista de la igualdad fundamental de todos los seres humanos. ¿Qué lugar ocupa la ciencia en el marco global de los esfuerzos humanos? Lo ha investigado todo, desde la ameba más pequeña hasta el complejo sistema neurobiológico del ser humano, desde la creación del universo y la emergencia de la vida en la Tierra hasta la mismísima naturaleza de la materia y la energía. La exploración científica de la realidad ha sido espectacular. No solo ha revolucionado nuestros conocimientos sino que ha abierto nuevas avenidas para el saber. Ha empezado a abrir caminos en el complicado terreno de la conciencia, la característica principal que nos convierte en seres sensibles. La pregunta es si la ciencia puede proporcionarnos una imagen exhaustiva del espectro entero de la realidad y de la existencia humana. Desde el punto de vista del budismo, la plena comprensión de lo humano no debe ofrecer únicamente una descripción coherente de la realidad, nuestra manera de comprenderla y el lugar que ocupa la conciencia en ella, sino que debe incluir una clara concepción de cómo tenemos que actuar. Según el paradigma científico actual, solo el conocimiento derivado de los métodos estrictamente empíricos y sostenido por la observación, la inferencia y la verificación experimental se puede considerar válido. Estos métodos se basan en la cuantificación, la medición, la posibilidad de repetición y la confirmación de terceros. Muchos aspectos de la realidad, al tiempo que algunos elementos cruciales de la existencia humana, como la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, la espiritualidad o la creatividad artística — cualidades altamente valoradas en el ser humano— quedan inevitablemente fuera del alcance de los métodos científicos. El conocimiento científico en su estado actual no es completo. Creo que es esencial reconocer este hecho, así como los límites del conocimiento científico. Solo con este reconocimiento podremos apreciar realmente la necesidad de integrar la ciencia en la totalidad de los conocimientos humanos. De otra forma, nuestra concepción del mundo y de nuestra propia existencia quedará limitada a los hechos aducidos por la ciencia y dará lugar a una cosmovisión reduccionista, materialista e, incluso, nihilista. El reduccionismo en sí no me plantea problemas. De hecho, muchos de los avances más importantes se han realizado gracias a la aplicación del concepto reduccionista, que tanto caracteriza la experimentación y el análisis científicos. El problema surge cuando el reduccionismo, que es, esencialmente, un método, se convierte en punto de vista metafísico. Esto refleja la tendencia común de confundir los medios con el fin, especialmente cuando el método específico demuestra ser muy eficaz. Para hacer una comparación significativa, uno de los textos budistas nos recuerda que, cuando alguien apunta con el dedo a la Luna, es a esta a la que tenemos que dirigir nuestra mirada y no a la punta del dedo que señala. Espero que a lo largo de este libro haya podido mostrar que podemos tomar la ciencia en serio y aceptar la validez de sus descubrimientos empíricos sin estar de acuerdo con el materialismo científico. He argumentado a favor de la necesidad y la viabilidad de una cosmovisión basada en la ciencia pero que no rechaza la riqueza de la naturaleza humana ni la validez de otros métodos de conocimiento, aparte del científico. Digo esto porque estoy convencido de que existe una íntima relación entre nuestra interpretación conceptual del mundo, nuestra visión de la existencia humana y su potencial, y los valores éticos que guían nuestro comportamiento. Nuestra manera de vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea no puede menos que influir en nuestras actitudes y nuestras relaciones con los demás seres vivos y con el mundo en que vivimos. Esta es, en esencia, una cuestión ética.


Ruego que nuestra espiritualidad, la plena riqueza y la sencilla pureza de nuestros valores humanos básicos, influyan en el curso de la ciencia y en la dirección que sigue la tecnología dentro de la sociedad humana. En esencia, aunque apliquen métodos distintos, la ciencia y la espiritualidad comparten el mismo objetivo, es decir, la mejoría de la condición humana. En sus mejores facetas, la ciencia está motivada por la búsqueda de un conocimiento que nos conducirá a una mayor prosperidad y felicidad. En términos budistas, esta ciencia se puede calificar de sabiduría fundamentada en la compasión y moldeada por ella. De manera similar, la espiritualidad es un viaje hacia los recursos internos del ser humano, que se propone comprender quiénes somos en el sentido más profundo de nuestra existencia y descubrir cómo debemos vivir de acuerdo con el ideal más elevado posible. Aquí también se trata de la unión de la sabiduría con la compasión.



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