Fuerza y sabiduría
¿Cómo ser él más fuerte? ¿El más poderoso?. ¿Cómo aclarar el propio espíritu, como
guiar la propia conducta, como llegar a ser sabio?
Desde el alba de su historia, el ser humano ha manifestado el deseo de superarse
en fuerza y en sabiduría, aspirando a alcanzar la fuerza más grande y la más alta
sabiduría.
Más, ¿por qué medio se puede devenir fuerte y sabio a la vez?.
En el Japón se aplican a esto por la práctica de las artes marciales, o Budo, y por
la vía del Zen. Esta enseñanza tradicional se ha mantenido, aunque el Budo japonés
tiende hoy día a convertirse en dualista: aprender a ser fuerte más que a ser sabio.
Fuerte y sabio: el Zen nos enseña las dos vías en una sola.
Como sabéis, las posibilidades de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu son
limitadas; este es el destino de nuestra condición. Nuestra sabiduría también es
limitada porque no somos más que hombres.
El hombre no puede pretender la fuerza física del león; no puede pretender aún
menos igualar la sabiduría de Dios.
Pero por otra parte, ¿por qué no? ¿No existe ninguna Vía que permita al hombre
franquear los límites de su humanidad? ¿Pasar más allá?.
Para aportar una respuesta a esta pregunta fundamental el Budo produjo el
principio del waza. Se puede definir el wasa como un arte, como un tipo de súpertécnica transmitida de maestro a discípulo, qué permite imponerse a los demás
hombres y elevarse por encima de ello. El wasa del Budo japonés se remonta a la
época histórica de los samuráis. Es un poder, más allá de las fuerzas propias del
individuo.
El Zen ha creado otra súper-técnica que no da solamente fuerza física y mental,
sino que además abre la Vía de la Sabiduría, la vía de una sabiduría parecida a la de
Dios o a la de Buda. Esta es zazen: un entrenamiento a sentarse en una postura
tradicional, un entrenamiento a caminar, a mantenerse de pie, a respirar
correctamente; una actitud mental, el estado de conciencia hishiryo, una educación
profunda y original.
La noble lucha del guerrero
El Budo es la vía del guerrero: reagrupa el conjunto de artes marciales japonesas. El
Budo ha profundizado de manera directa las relaciones existentes entre la ética, la
religión y la filosofía. Su relación con el deporte es muy reciente. Los textos antiguos
que consagrados a el conciernen esencialmente a la cultura mental y a la reflexión
sobre la naturaleza del yo: ¿Quién soy yo?
En japonés, Do significa la Vía. ¿Cómo practicar esta Vía? ¿Por qué método se la
puede obtener? No se trata solamente del aprendizaje de una técnica, de un wasa, y
aun menos de una competición deportiva. El Budo incluye artes como el kendo, el
Judo, el Aikido, y el Kyudo (tiro con arco) Ya que en el Budo no se trata solamente de
competir, sino de encontrar paz y dominio de sí.
Por consiguiente Do es la Vía, el método, la enseñanza para comprender
perfectamente la naturaleza del propio espíritu y del propio Yo. Esta es la vía del
Buda, la Butsu Do, que permite descubrir realmente la propia naturaleza original,
despertarse del sueño del ego adormecido (nuestro yo estrecho), y alcanzar la más
alta y la más total de la s personalidades. En Asia esta Vía se ha convertido en la
moral más elevada y en la esencia de todas las religiones y de todas las filosofías. El
Ying y el Yang del Yi-King o “la existencia es nada” de Lao Tse, encuentra aquí sus
raíces.
¿Qué quiere decir esto? Que se puede olvidar el cuerpo y el espíritu personal y
alcanzar el espíritu absoluto, el no-ego. Armonizar, fusionar el Cielo y la Tierra: el
espíritu interior deja pasar los pensamientos y las emociones. Es libre de su alrededor.
El egoísmo es abandonado. Tal es el origen de las filosofías y de las religiones en
Asia. El espíritu y el cuerpo, lo exterior y lo interior, la sustancia y los fenómenos:
estos pares no son dualistas ni opuestos, sino que forman una unidad sin separación.
Un cambio, sea cual sea, influencia siempre todas las acciones, todas las relaciones
entre todas las existencias. La satisfacción o la insatisfacción de una persona
influencian a todas las demás personas. Nuestras acciones personales y las de los
demás están en relación de interdependencia.
“Vuestra felicidad debe ser mi felicidad, y si lloráis, o lloro con vosotros. Cuando
estáis tristes, tengo que entristecerme, y cuando sois felices, debo ser feliz también.”
Todo esta ligado, todo se une en el universo. No se puede separar la parte del todo: la
interdependencia rige el orden cósmico.
En cinco mil años de historia oriental, la mayoría de los sabios y de los filósofos
se han concentrado sobre este espíritu, sobre esta Vía, la han transmitido.
Él Shin Jin Mei, libro muy antiguo de origen chino, dice: “Shi Do Bu Nan…” la
vía mas alta no es difícil, pero no hay que elegir. No hay que tener preferencias, ni
gusto ni disgusto. El San Do Kai dice también: “hay separación como entre una
montaña y un rió si tenéis ilusiones.”
El Zen significa el esfuerzo del hombre practicando la meditación, el zazen.
Esfuerzo para alcanzar el dominio de los pensamientos sin discriminación, la
conciencia más allá de todas las categorías, englobando todas las expresiones del
lenguaje, Esta dimensión se puede alcanzar por la práctica del zazen y del Bushido.
Los siete principios
La fusión del Budismo y del Shintoismo permitió la creación del Bushido, la Vía del
samurai. Se puede resumir esta Vía en siete puntos esenciales:
1. Gi: la decisión justa en la ecuanimidad, la actitud justa, la verdad. Cuando
debemos morir, debemos morir.
2. Yu: la bravura teñida de heroísmo.
3. Jin: el amor universal, la benevolencia hacia la humanidad.
4. Rei: el comportamiento justo, que es un punto fundamental.
5. Makoto: la sinceridad total.
6. Melyo: el honor y la gloria.
7. Chugi: la devoción, la lealtad.
Estos son los siete principios del espíritu del Bushido. Bu: artes marciales. Shi: el
guerrero. Do: la Vía.
La vía del samurai es imperativa y absoluta. La práctica, al venir del cuerpo a
través del inconsciente, es fundamental en ella. De aquí la gran importancia dada a la
educación del comportamiento justo.
Las influencias entre el Bushido y el Budismo han sido recíprocas. Pero el
budismo ha marcado al Bushido en cinco aspectos:
1. El apaciguamiento de los sentimientos.
2. La obediencia tranquila de cara a lo inevitable.
3. El dominio de sí ante cualquier acontecimiento.
4. La intimidad más grande con la idea de la muerte que con la de la vida.
5. La pura pobreza.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, el Maestro Zen Kodo Sawaki daba
conferencias a los más grandes maestros de artes marciales, a las más altas
autoridades del Budo. En francés, confundimos artes marciales y artes de la guerra;
pero en japonés es: la Vía. En Occidente, estas artes marciales, tan en boga, se han
convertido en un deporte, en una técnica sin el espíritu de la Vía.
En sus conferencias, Kodo Sawaki decía que el Zen y las artes marciales tienen el
mismo sabor y que están en unidad. En el Zen, como en las artes marciales, el
entrenamiento cuenta mucho. ¿Cuánto tiempo hay que entrenarse? Muchas gentes me
han preguntado: “¿Durante cuantos años tengo que hacer zazen?”. Yo respondo:
“Hasta la muerte.” Entonces mis interlocutores no están ya tan satisfechos. Los
Europeos quieren aprender rápidamente, algunos incluso en un solo día. “He venido
una vez y he comprendido”, ¡dicen ellos! Pero el doyo es diferente de la Universidad.
También en el Budo hay que continuar hasta la muerte.
Las tres etapas
Shojin, la primera etapa: una época de práctica con la voluntad y la conciencia es
necesaria al comienzo. En el Budo, como en el Zen, este periodo dura alrededor de
tres o cinco años, y antiguamente más de diez años.
Durante estos diez años, era necesario continuar la práctica del zazen con la
voluntad. Pero sucedía que después de tres o cinco años de verdadera práctica, el
Maestro acordaba el shiho. En esta época era necesario vivir en un templo y seguir
las sesshin. Sin embargo, en el Japón actual, el shiho se transmite de padre a hijo, y
no es más que un cierto tipo de formalismo. Por esto el verdadero Zen ha declinado y
ya casi no existen verdaderos Maestros en el Japón. Antes era necesario pasar al
menos tres años en el templo de Eiheiji o en Sojiji, antes de recibir la ordenación.
Pero ahora es suficiente con un año o con tres meses, o incluso con una sesshin para
poder llegar a ser monje.
¿Quién es Maestro en nuestra época? Esta pregunta es muy importante. ¿Quién es
vuestro Maestro? La mayoría de los monjes japoneses responderían a esta pregunta:
“Mi padre”. De hecho, sólo personas como yo, que soy discípulo de Kodo Sawaki,
son verdaderos Maestros; hace cuarenta años que sigo la enseñanza de mi Maestro. El
doyo de Kodo Sawaki no era como el de Eiheiji; era sin formalismos. Kodo Sawaki
decía siempre: “Mi doyo es un doyo ambulante”. El iba de templo en templo, de
escuela en universidad, a la fábrica e incluso algunas veces a las prisiones. Su
enseñanza se ajustaba a la vida.
En el Zen, como en el Budo, el primer período, shojin, es pues el período de
entrenamiento con la voluntad y con el esfuerzo consciente.
La segunda etapa es la del tiempo de concentración sin conciencia, después del
shiho. El discípulo está en paz. Puede realmente llegar a ser el asistente del Maestro.
Posteriormente, podrá llegar a ser Maestro y enseñar a su vez a los demás.
Durante el tercer período, el espíritu alcanza la verdadera libertad. “A espíritu
libre, universo libre”. Después de la muerte del Maestro, se es un Maestro completo.
Pero, evidentemente, ¡no hay que esperar ni desear la muerte del Maestro pensando
ser libre entonces!
Estos tres períodos son idénticos en el Zen y en el Budo.
Secreto del Budo, secreto del Zen
Un día, un samurai, gran maestro de sable (kendo) quiso obtener el verdadero secreto
de la esgrima. Fue durante la era Tokugawa. A medianoche, fue al santuario de
Kamakura, subió los numerosos peldaños que conducían hasta él y rindió gracias al
dios del lugar, Hachinam. Hachinam, en el Japón, es un gran Bodhisattva que se
convirtió en el protector del Budo. El samurai le rindió gracias. Al descender los
escalones, a medianoche, sintió, bajo un gran árbol, la presencia de un monstruo de
cara a él. Por intuición, desenvainó su sable en un instante y lo mató. La sangre
brotaba y fluía por el suelo. Lo había matado inconscientemente. El Bodhisattva
Hachinam no le había confiado el secreto del Budo. Pero gracias a esta experiencia,
en el camino de welta, lo comprendió.
La intuición y la acción deben surgir al mismo tiempo. No puede haber
pensamiento en la práctica del Budo. No hay ni un solo segundo para pensar. Cuando
se actúa, la intención y la acción deben se simultáneas. Si se dice: “El monstruo esta
ahí, ¿cómo matarlo?”, si se duda, solo el cerebro frontal entra en acción. Así pues,
cerebro frontal, thálamus (cerebro profundo) y acción deben coincidir, en el mismo
instante, idéntico. De la misma manera que el reflejo de la luna no permanece sobre
el curso del agua, mientras que la luna brilla y no se mueve. Esta es la conciencia
hishiryo.
Cuando durante zazen digo “no moverse, no moverse”, esto significa de hecho no
permanecer sobre un pensamiento, dejar pasar los pensamientos. Permanecer en
perfecta estabilidad significa en realidad no permanecer. No moverse significa en
realidad moverse, no dormir. Esto es como una peonza que gira: se la puede
considerar inmóvil, pero se encuentra en plena acción. Solamente puede verse su
movimiento cuando parte al comienzo y cuando se detiene al final. De esta manera, la
tranquilidad en el movimiento es el secreto del kendo, la Vía de la espada. Y también
el secreto del Budo y del Zen, que tienen el mismo sabor.
Este espíritu es el mismo en todas las artes marciales, sean cuales sean sus
diferencias tácticas y técnicas. Así, el judo (ju: suavidad do: Vía) es la vía de la
flexibilidad (yawara). Maestro Kano fue su fundador después de la era Meiji. Los
samurais, esos feroces guerreros, aprendían el yawara, la técnica de la flexibilidad.
En el Japón, los samurais debían aprender las artes de la guerra, y las de la vida civil.
Debían estudiar el Budismo, Lao Tsé, Confucio, y al mismo tiempo aprender el
judo, la equitación, el tiro con arco. Desde mi infancia aprendí el yawara con mi
abuelo paterno. Mi abuelo materno era doctor en medicina oriental. Desde esta época
estuve influenciado por el judo y por el espíritu de la medicina oriental. Entonces
comprendí poco a poco que las artes marciales y el Zen están en unidad. Kodo
Sawaki, en sus conferencias, decía que el secreto de estas técnicas es kyu Shin Ryu,
“el arte de dirigir el espíritu”.
Dirigir el espíritu
¿Cómo dirigir nuestro espíritu? Esto surge del Zen y no de la técnica de las artes
marciales. Las artes marciales más el Zen forman el Budo japonés. ¿Cómo educar
nuestro espíritu y aprender a dirigirlo? Kodo Sawaki habla de Kyu Shin Ryu, el
secreto del yawara, transmitido por esta escuela en un texto tradicional, uno de cuyos
pasajes trata sobre el espíritu tranquilo. He aquí un pasaje de este texto:
“La verdadera técnica del cuerpo, el wasa de esta escuela de yawara, debe ser la
sustancia del espíritu. La sustancia del espíritu. No hay que mirar el cuerpo del
adversario, sino dirigir nuestro propio espíritu.
No hay enemigo.
El espíritu es sin forma, pero algunas veces puede tener una: esto es idéntico en
zazen.
Algunas veces se puede atrapar nuestro espíritu, otras veces esto es imposible.
Cuando la actividad del espíritu llena el cosmos, que es el espacio comprendido entre
el cielo y la tierra, y cuando sabemos atrapar la oportunidad que se presenta, entonces
podemos disponer de todos los acontecimientos cambiantes, evitar todos los
accidentes y atacar las diez mil cosas en una sola.”
Sin comentarios. Es un texto difícil de comprender. Pero aquellos que han
practicado profundamente el judo comprenden este espíritu.
En el Genjo Koan, otro texto tradicional del que se servía Kodo Sawaki, esta
dicho: “Cuando un hombre se aleja en barca de la orilla, se imagina que la orilla esta
en movimiento. Pero si baja su vista, justo al lado de su embarcación, se da cuenta de
que es ella la que se desplaza.”
Efectivamente, si miramos atentamente, íntimamente, en el interior de nuestra
barca, se puede comprender que es la barca la que se desplaza y se puede superar la
ilusión de los sentidos. De esta manera, cuando las gentes consideran todos los
fenómenos de todas las existencias a través de sus ilusiones y de sus errores, pueden
equivocarse y pensar que su naturaleza original es dependiente y móvil. Pero si se
volvieran intimas con su verdadero espíritu, y si volvieran a su naturaleza original,
entonces comprenderían que todos los fenómenos, todas las existencias están en ellos
mismos, y que lo mismo sucede para todos los seres.
La naturaleza original de la existencia no puede ser captada por nuestros sentidos,
por nuestras impresiones. Cuando la captamos por nuestros sentidos la materia
objetiva no es real, no es verdadera sustancia, sino que es imaginación. Cuando
pensamos comprender que la sustancia de nuestro espíritu es tal, es un error. Cada
uno es diferente. Las formas y los colores son los mismos, pero cada uno los ve de
manera diferente a través de sus ilusiones: fisiológicas y psicológicas. Todos los
problemas de nuestra vida cotidiana encontrarán una solución con el tiempo al cabo
de veinte, treinta años; y, en el momento de entrar en vuestro ataúd, nadie os amará
más, salvo quizá con un amor espiritual. Los problemas de la vida son diferentes para
cada uno, y cada uno tiene necesidad de un medio diferente para resolver sus
problemas. Por consiguiente tenemos que crear nuestro propio método. Si se imita, se
cae en el error. Hay que crear por sí mismo.
Aquí y ahora
Vosotros y yo somos diferentes. ¡Si no se pueden encontrar soluciones a la propia
vida se llega a un callejón sin salida! Aquí y ahora, ¿cómo crear nuestra vida? Se
proyecta una película y si se detiene, la imagen se vuelve fija, inmóvil. Las artes
marciales y el Zen tienen en común la creación y la concentración de la energía.
Concentrándose “aquí y ahora” y exteriorizando la verdadera energía de nuestro
cuerpo, se puede observar y recargar. Cuando se abre la mano, se puede obtener todo.
Si se cierra la mano, no se puede recibir nada. En las artes marciales, hay que
penetrar los elementos, los fenómenos, y no pasar al lado de ellos. Pero en nuestra
época todo el mundo quiere economizar su energía y se vive a medias. Siempre se
esta incompleto. Las gentes viven a medias, tibias como el agua del baño.
Hay que aprender a penetrar la vida.
Así, el secreto de las artes marciales es aprender a dirigir el espíritu, Ryu Gi. Esto
forma la base de las técnicas corporales. El espíritu debe volverse la sustancia. El
espíritu es la sustancia, sin forma pero algunas veces tiene una forma. Cuando la
actividad del espíritu llena todo el cosmos entero, este espíritu aprovecha las
ocasiones, tiene una posibilidad de evitar los accidentes y puede atacar las diez mil
cosas en una sola. Esto significa que, durante un combate nuestro espíritu no debe ser
influenciado por ningún movimiento del adversario, por ninguna de las acciones de
su cuerpo y de su espíritu. Nuestro espíritu debe dirigirse libremente, no tener la
esperanza de atacar al adversario, ni dejar de prestarle atención. Se debe estar
completamente atento de instante en instante.
En nuestra vida cotidiana es lo mismo. Algunas personas solo piensan en el
dinero, ya que este permite satisfacer todo. Ahora bien, por él, pierden su honor.
Otros solamente desean honores y pierden su dinero. Algunos se concentran
solamente sobre el amor, pierden su dinero y su energía. “Pero nuestra dicha no existe
de un solo lado.”
Debemos crear nuestra vida, volvernos libres, desapegados, solamente atentos al
aquí y ahora: todo se encuentra aquí.
“El reflejo de la luna en el río esta siempre en movimiento. Sin embargo, la luna
existe y no se va de ahí.” Se queda pero se mueve. La corriente del agua no
vuelve nunca hacia atrás. El agua pasa, pasa… pero la luna no se mueve. Durante un
combate, el espíritu tiene que ser como la luna, pero el cuerpo y el tiempo pasan,
pasan como la corriente. El instante presente no vuelve jamás. Durante zazen, cada
una de nuestras inspiraciones y expiraciones es la de ahora, y no vuelve nunca. Es
posible rechazar la respiración, pero la de ahora no es la de antes. La respiración de
después no es nunca como la de antes. Ayer era ayer. Hoy es hoy. Es diferente. Yo
digo siempre que debemos concentrarnos “aquí y ahora”, crear “aquí y ahora”. De
esta manera, uno puede volverse “fresco”, nuevo. El zazen de hoy no es el mismo que
el de ayer. El zazen debe ser siempre fresco, “aquí y ahora”. No debéis relajaros
durante zazen, ni durante el entrenamiento a las artes marciales. Hacerlo a medias no
es bueno. Hay que hacerlo hasta el fondo darse totalmente. No debemos retener restos
de energías. Concentrarse significa la salida completa, la descarga total de la energía.
Esto debe encontrarse en cada uno de los actos de nuestra vida.
En el mundo moderno, vemos todo lo contrario; los jóvenes viven a medias y
están muertos a medias. Tienen una sexualidad incompleta. Y durante su trabajo o
durante zazen piensan en el sexo, e inversamente: así sucede en todos los actos de la
vida.
Pero si se descarga totalmente la energía, se puede absorber energía fresca que
fluye como la corriente del agua.
Durante un combate, si se economiza un resto de energía, no se puede ganar. Este
es un secreto de las artes marciales. No debemos depender de los wasa, de la técnica.
Hay que crear. Si un hombre rico da dinero a su hijo, éste no aprende a ganarlo. E,
inversamente, el hijo de un hombre pobre sabrá crear el método para procurárselo.
Las artes marciales no son un teatro ni un espectáculo. Esto no es el verdadero Budo.
El secreto de las artes marciales, decía siempre Kodo Sawaki, es que no hay victoria
ni derrota. ¡No se puede vencer ni ser vencido! El deporte y las artes marciales son
diferentes. En el deporte, hay tiempo. En las artes marciales no hay más que el
instante. Por ejemplo, en el baseball, el “bateador” espera la pelota, existe el tiempo:
la acción no se produce en el instante. Lo mismo sucede en el tenis, en el rugby en el
fútbol, en todos los demás deportes. ¡El tiempo pasa y permite pensar en algo durante
un pequeño momento mientras que se espera! En las artes marciales no está el tiempo
de espera. La victoria y la no-victoria, la vida o la no-vida, se deciden en un instante.
Hay que vivir en el instante: aquí es donde la vida y la muerte se deciden totalmente.
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