LA FUERZA LIBERADORA
Para bien cuidar de mi enojo lo primero que hago es regresar a mi respiración y mirar hacia adentro muy profundamente. Me doy cuenta al instante de que hay en mí una energía llamada enojo. Luego reconozco que necesito otra clase de energía para cuidar de este enojo e invito a esa energía a que aparezca y lleve a cabo dicha tarea. Esta segunda energía se llama consciencia plena. Cada uno de nosotros lleva dentro la semilla de la consciencia plena. Con la energía de la plena consciencia podemos dispensar buenos cuidados a la energía del enojo. La consciencia plena es una clase de energía que nos ayuda a ser conscientes de lo que está pasando. Todo el mundo es capaz de ser plenamente consciente. Los que practicamos a diario tenemos más capacidad de ser plenamente conscientes que los que no lo hacen. Quienes no practican poseen de todos modos la semilla de la consciencia plena, pero su energía es muy débil. La energía de la consciencia plena aumentará con apenas tres días de práctica. La consciencia plena puede estar presente en todo lo que hacemos. Si al beber un vaso de agua son conscientes de que en ese instante están bebiendo agua y de que no están haciendo ninguna otra cosa, están bebiendo con plena consciencia. Si centran todo su ser, su cuerpo y su mente en el agua, hay consciencia plena y concentración, y puede decirse que el acto de beber es plenamente consciente. No beben con la boca únicamente, sino también con su cuerpo y su consciencia. Así es como me enseñaron cuando era novicio. Pueden caminar con plena consciencia dondequiera que estén. Al caminar, concentren toda su atención en el acto de caminar. Observen cada paso que den y no piensen en nada más. A esto se le llama caminar con plena consciencia. Haciendo esto empezarán a caminar de tal manera que cada paso les traerá solidez, libertad, y dignidad. Serán maestros de su propio yo. Cada vez que me desplazo de un lugar a otro practico la meditación caminando, aunque sólo recorra uno o dos metros. Practico la meditación caminando cuando subo las escaleras. Practico la meditación caminando cuando bajo las escaleras. Practico la meditación caminando mientras subo a un avión. Practico la meditación caminando cuando voy de mi habitación al lavabo. Practico la meditación caminando cuando voy a la cocina. No camino de ninguna otra manera, sólo camino de forma plenamente consciente. Esto me ayuda mucho. Me trae transformación, sanación, y alegría. Pueden practicar la consciencia plena mientras comen. La práctica de comer conscientemente les puede aportar mucha alegría y felicidad. En mi tradición, el comer se considera una práctica profunda. Primero nos sentamos a la mesa en una posición estable y contemplamos la comida. Luego, en forma consciente, le sonreímos. Para nosotros la comida es una embajadora que nos visita del cielo y de la Tierra. Cuando miro una hoja de lechuga, puedo ver una nube flotando en su interior. Puedo ver la lluvia y el sol que brilla. Me doy cuenta de que esta hoja de lechuga forma parte de la Tierra y del cielo. Cuando como la hoja de lechuga soy consciente de que lo que tengo en la boca es una hoja de lechuga. No hay nada más en mi boca, no están mi tristeza ni mi miedo. Cuando mastico una hoja de lechuga sólo estoy masticando una hoja de lechuga, no mastico mis proyectos o mi enojo. Mastico con mucho cuidado, con el cien por cien de mí mismo. Siento una conexión con el cielo, la Tierra, los agricultores que cultivan los alimentos y las personas que los preparan. La comida no sólo alimenta mi cuerpo, sino que también alimenta mi alma, mi consciencia y mi espíritu.
CULTIVAR LA LIBERTAD
Para mí, no hay felicidad sin libertad y la libertad no nos la da nadie; debemos cultivarla nosotros mismos. Voy a compartir con ustedes cómo podemos conseguir más libertad. Cultivamos nuestra libertad cuando estamos sentados, caminando, comiendo o trabajando al aire libre. La libertad es lo que cultivamos cada día. Independientemente de cómo o dónde estén, si poseen libertad, son felices. Tengo muchos amigos que han estado internados en campos de trabajos forzados y, porque sabían practicar, no sufrieron demasiado. De hecho, crecieron en su vida espiritual, lo que me hace sentirme muy orgulloso de ellos. Por libertad entiendo ser libres de aflicciones, de enojo, de desesperación. Si tienen enojo, deben transformarlo para recuperar su libertad. Si tienen desesperación, es preciso que reconozcan esa energía y que no se dejen abrumar por ella. Deben practicar de tal forma que transformen la energía de la desesperación y alcancen la libertad que se merecen, la liberación de la desesperación. Pueden practicar la libertad en cada momento de su vida diaria. Cada vez que respiran, su respiración les puede ayudar a recuperar su libertad. Cuando coman, háganlo como personas libres. Cuando caminen, háganlo como personas libres. Cuando respiren, háganlo como personas libres. Esto se puede hacer en cualquier parte. Cultivando la libertad para sí mismos, serán capaces de ayudar a las personas con las que viven. Aun cuando vivan en el mismo sitio, en las mismas condiciones físicas y materiales, serán personas mucho más libres y más sólidas. Al ver como caminan, como se sientan y como comen, la gente se quedará impresionada. Verán que la alegría y la felicidad son posibles para ustedes porque serán maestros de sí mismos al no ser ya víctimas del enojo, de la frustración y de la desesperación. La práctica que he adoptado como monje budista es la práctica de la libertad. Cuando me hice novicio mi maestro me dio un pequeño libro titulado Acceder a la libertad: Manual del Monje Novicio. La capacidad de inhalar y exhalar es un milagro. Quien yace en su lecho de muerte no es capaz de inhalar libremente y no tardará en dejar de respirar. Pero yo estoy vivo. Puedo inhalar y tomar consciencia de mi inhalación; puedo exhalar y tomar consciencia de mi exhalación. Sonrío a mi exhalación y soy consciente de que estoy vivo. Al inhalar, háganlo conscientemente. «Inhalando, sé que esta es mi inhalación». Nadie puede impedir que disfruten de su inhalación. Al exhalar, sean conscientes de que se trata de su exhalación. Respiren como personas libres. Para mí, estar vivo es un milagro. Es el mayor milagro posible. Sentir que están vivos y que están respirando equivale a hacer un milagro, uno que pueden hacer en cualquier momento. Sentir que están vivos y que dan un paso es un milagro. Lin Chi, un conocido instructor de meditación que vivió en el siglo nueve, dijo que el milagro no es caminar sobre el agua, sino sobre la Tierra. Todo el mundo camina sobre la Tierra, pero hay quienes caminan como esclavos, sin libertad alguna. Se dejan arrastrar hacia el futuro o el pasado y no son capaces de vivir en el aquí y el ahora, donde está disponible la vida. Si en nuestra vida diaria nos dejamos atrapar por nuestras preocupaciones, nuestra desesperación, lo que lamentamos del pasado y nuestros temores sobre el futuro, no somos personas libres. No somos capaces de implantarnos en el aquí y el ahora.
TOCAR LOS MILAGROS
Según el Buda, mi maestro, la vida sólo está disponible en el aquí y el ahora. El pasado ya se ha ido y el futuro no ha llegado aún. Sólo hay un momento que puedo vivir, el momento presente. Lo que hago, es regresar al momento presente. Haciendo esto toco la vida profundamente. Mi inhalación es vida, mi exhalación es vida. Cada paso que doy es vida. El aire que respiro es vida. Puedo tocar el cielo azul y la vegetación. Puedo oír el sonido de las aves y el sonido de otro ser humano. Si somos capaces de regresar al aquí y al ahora, seremos capaces de tocar muchas maravillas de la vida que están a nuestra disposición. Muchos entre nosotros pensamos que la felicidad no es posible en el momento presente. La mayoría entre nosotros cree que hay ciertas condiciones más que deben cumplirse antes de que seamos felices. Es por este motivo que nos dejamos arrastrar hacia el futuro y que no somos capaces de estar presentes en el aquí y el ahora. Si huimos una y otra vez hacia el futuro, no somos capaces de conectar con las numerosas maravillas del momento presente, donde hay salud, transformación y alegría.
LA COMPASIÓN COMO FACTOR LIBERADOR
Cada momento de nuestra vida puede ser un momento de práctica. Aunque estén esperando la comida o en fila para ser contados, siempre pueden practicar inhalar y exhalar conscientemente, y hacerlo sonriendo. No desperdicien ni un momento de su vida cotidiana. Cada momento es una oportunidad para cultivar su solidez, paz, y alegría. Y al cabo de unos días empezarán a comprobar que la gente se beneficia de su presencia. Su presencia puede convertirse en la presencia de un bodhisattva, de un santo. Esto es posible. Hay un relato que leí cuando tenía siete años. Se trataba de un Jataka, esto es, de un relato sobre una vida pasada del Buda. Este relato trata de una de las vidas pasadas del Buda cuando estaba en el infierno. El guardia que estaba a cargo de las personas recluidas en el infierno no parecía tener ninguna compasión. Llevaba un gran tridente y cada vez que alguien hacía algo prohibido, se lo clavaba en el pecho. Aun cuando este trato hacía sufrir mucho a los reclusos, no podían morir. Este era su castigo; sufrían, pero no morían. Un día, a los reclusos se les obligó a portar pesadas cargas al hombro. Con tridente en mano el guardia empezó a darles empujones para que se movieran más deprisa. El Buda vio que uno de los reclusos no podía evitar quedarse atrás y que el guardia empezaba a meterse con él, amenazándole con su tridente para que avanzara más deprisa. En ese momento algo nació en la vida pasada del Buda. Quería intervenir, enfrentarse al guarda, aun cuando sabía que se volvería contra él. Si su intervención hubiese resultado en su muerte, habría intervenido de buena gana. Pero el tipo de castigo que podía esperar a cambio no le acarrearía la muerte, sino sólo más sufrimiento. Pese a esto se acercó valerosamente al guarda y le dijo: «¿Acaso no tienes corazón? ¿Por qué no le das tiempo para que lleve su carga?». Nada más oír esto el guarda le clavó el tridente en el pecho del Buda, que murió al instante y volvió a nacer como ser humano. El Buda tuvo el valor de plantarse delante del guarda y mirarle a los ojos en interés de su compañero. Se dio cuenta de la injusticia y, por sentir tanto sufrimiento, la compasión nació en su corazón. Su intervención nació de la compasión. Por eso murió al instante y nació como ser humano. A partir de entonces, la vida pasada del Buda empezó a practicar hasta que se convirtió en una persona totalmente iluminada, un Buda. Así, el Buda, en una de sus vidas pasadas había llegado hasta el fondo del sufrimiento. Pero, gracias a la compasión nacida de su corazón, fue capaz de liberarse de su situación. Yo mismo he sufrido mucho y estoy en condiciones de decirles que la compasión les puede liberar de la situación más difícil. Lo que les ayuda y muestra cómo salir de las situaciones más difíciles es la energía de la compasión. Hubo una época en que llevábamos barcos al Golfo de Siam para rescatar a los refugiados del mar. Esta labor puede ser muy peligrosa porque hay muchos piratas en el mar. Sin embargo, como creíamos que la mejor defensa es la compasión, nunca llevábamos armas de fuego a la hora de rescatar gente. Según las enseñanzas y la práctica que yo sigo, la compasión es el medio más eficaz de protección personal. En los círculos budistas hablamos de Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión y la escucha profunda. El bodhisattva se puede manifestar como mujer, hombre o niño, político o esclavo, pero la principal característica del bodhisattva es siempre la misma, la presencia de compasión en su corazón. En una ocasión Avalokiteshvara se manifestó como un fantasma hambriento de rostro muy feroz. Asumió el aspecto de fantasma hambriento para ayudar a otros fantasmas hambrientos, pero en verdad era un estar compasivo. Muchos de nosotros tememos estar atacados y a veces nos hacemos los duros y los crueles para protegernos, aunque dentro tengamos compasión y comprensión. Sin compasión, sufrimos mucho, y hacemos sufrir a quienes nos rodean. Con compasión, podemos relacionarnos con otros seres vivos y ayudarles a sufrir mucho menos. Si la energía de la compasión habita en ustedes, viven en el sitio más seguro de todos. La compasión se puede expresar en sus ojos, en la forma en que actúan o reaccionan, en la manera en que caminan, se sientan, comen o en que se relacionan con otras personas. Esto también puede ser contagioso. Es muy maravilloso sentarse cerca de alguien que tiene compasión en su corazón. Con compasión en el corazón conseguirán que uno o dos amigos sigan su ejemplo porque todos necesitamos compasión y amor. Dos personas juntas pueden protegerse una a la otra y a las personas alrededor de ellas también. Es nuestra práctica cultivar la compasión en nuestra vida diaria. Gracias a la práctica de compasión, abrimos nuestro corazón a una persona, y luego a otra, y finalmente cuando la compasión está presente, cualquier sitio puede ser un sitio agradable. Cuando el elemento de alegría entra en nuestro cuerpo y nuestra consciencia, juntos hallamos la paz y la alegría aquí y ahora mismo.
LA COMPRENSIÓN HACE POSIBLE LA COMPASIÓN
La comprensión es la sustancia con la que fabricamos compasión. ¿A qué clase de comprensión me refiero? A la comprensión de que el otro también sufre. Cuando sufrimos tendemos a creer que somos víctima de otras personas, que somos los únicos que sufren. Esto no es cierto, la otra persona también sufre. También tiene sus dificultades, sus miedos y sus preocupaciones. Si sólo fuéramos capaces de ver el dolor que hay en él o en ella, empezaríamos a comprenderlos. Una vez que la comprensión está presente, la compasión es posible. ¿Tenemos bastante tiempo para analizar la condición de la otra persona? La otra persona puede ser otro recluso como nosotros o un guardia. Si observamos, podemos ver que hay mucho sufrimiento en él. Quizás no sepa manejar su sufrimiento. Quizás permite que su sufrimiento crezca porque no sabe manejarlo, y esto le hace sufrir a él y hace sufrir a otras personas que le rodean. Con esta clase de consciencia, empezarán a comprender, y la comprensión despertará su compasión. Si hay compasión en ustedes, sufrirán menos, y les motivará el deseo de hacer algo, o de no hacer nada para que esa persona sufra menos. Su manera de mirarle o sonreírle podrá ayudarle a sufrir menos y hará que tenga fe en la compasión. Yo describiría mi práctica como la práctica de cultivar la compasión. Pero sé que la compasión no es posible sin comprensión. Y la comprensión sólo es posible si tienen tiempo para observar profundamente. Meditar significa observar profundamente para comprender. En el monasterio donde vivo, por las mañanas tenemos mucho tiempo para la tarea de observar profundamente. En un centro correccional hay también mucho tiempo y muchas posibilidades para observar profundamente. Es un entorno muy propicio para la práctica de observar compasivamente para que la compasión pueda crecer como factor liberador. Estoy convencido de que si uno de ustedes o diez o veinte de ustedes, practican la observación compasiva, podrán transformar este lugar en muy poco tiempo. Pueden traer el paraíso aquí mismo. Para mí, el paraíso es un lugar donde hay compasión. Cuando hay compasión en sus corazones, sólo necesitan inhalar y exhalar y observar profundamente, y la comprensión vendrá. Se comprenderán a sí mismos y tendrán compasión hacia sí mismos, sabrán manejar su sufrimiento y se sabrán cuidar. Luego, serán capaces de ayudar a otra persona a hacer lo mismo, y la compasión crecerá entre ustedes. De esta manera se convierten en un Buda, en un bodhisattva que trae compasión a este entorno y convierte el infierno en paraíso. El Reino de Dios existe ahora o no existe nunca. Esto es la verdad. Y es posible que tengan más posibilidades de practicar que muchos de nosotros. ¿Qué les parece?
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