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Foto del escritorAmenhotep VII

peregrino querubínico (Libro 1) - angelus silesius




I, 001: Lo que es fino permanece.

PURA como el más fino oro, tiesa como un peñasco,

límpida como cristal debe ser tu alma.


I, 002: La morada de la quietud eterna.

QUE se mortifique otro por su sepultura

y consagre a sus gusanos orgulloso edificio.

Yo no me preocupo por eso: mi tumba, mi celo y ataúd,

en el que repose eternamente, ha de ser el corazón de Jesús.


I, 003: Sólo Dios puede dar satisfacción.

FUERA, fuera, serafines, no podéis vosotros apagar mi sed;

fuera, fuera, santos, y lo que en vosotros resplandece;

de vosotros nada quiero: sólo me arrojo

al mar increado de la mera deidad.



I, 004: Se debe ser divino por entero.

SEÑOR, no me basta servirte como ángel

y verdecer ante ti en la divina perfección:

demasiado vil es para mí, y exiguo para mi espíritu:

quien quiere servirte rectamente, debe ser más que divino.


I, 005: No se sabe lo que se es.

NO sé lo que soy, no soy lo que sé:

una cosa y no una cosa; un punto y un círculo.


I, 006: Debes ser lo que es Dios.

SI he de encontrar mi último fin y mi primer principio,

debo ahondarme en Dios, y a Dios en mí,

y llegar a ser lo que Él: debo ser brillo en el brillo,

Verbo en el Verbo, (a) Dios en Dios.


I, 007: Se debe aun sobrepasar a Dios.

DÓNDE está mi residencia? Donde tú y yo no estamos.

¿Dónde mi último fin, al cual he de encaminarme?

Allí donde no hay ninguno. ¿Adónde he entonces de ir?

Debo marchar aun más allá de Dios, hacia un desierto.


I, 008: Dios no vive sin mí.

SÉ que sin mí, dios no puede vivir un instante;

si soy aniquilado, Él debe necesariamente expirar.


I, 009: Yo lo tengo de Dios, y Dios de mí.

QUE Dios sea y viva tan venturoso, sin deseo,

lo ha recibido tanto Él de mí, como yo de Él.


I, 010: Yo soy como Dios, y Dios como yo

SOY tan grande como Dios: Él es como yo tan pequeño;

Él no puede estar sobre mí, ni yo bajo Él.


I, 013: El hombre es eternidad.

YO mismo soy eternidad, cuando abandono el tiempo,

y me recojo en Dios, y a Dios en mí.


I, 014: Un cristiano tan rico como Dios.

SOY tan rico como Dios, no puede haber grano de polvo,

que (créeme, hombre) no tenga yo en común con Él.


I, 015: La Sobre-deidad.

LO que se ha dicho de Dios, aún no me basta:

la Sobre-deidad es mi vida y mi luz.


I, 016: El amor obliga a Dios.

SI Dios no quiere llevarme por sobre Dios,

yo voy a obligarlo con mero amor.


I, 017: Un cristiano es hijo de Dios.

YO también soy hijo de Dios, Él me tiene a mano:

su espíritu, su carne y su sangre, le son conocidos en mí.


I, 018: Me igualo a Dios.

DIOS me ama por sobre sí: si yo lo amo por sobre mí,

le doy tanto, como Él me da de sí.


I, 019: El bienaventurado silencio.

¡CUÁN bienaventurado es el hombre, que no quiere ni sabe!

que no da a Dios (compréndeme bien), elogio ni alabanza.


I, 022: El abandono.

CUANTO abandonas en Dios, tanto puede Él llegar a ser para ti:

ni más ni menos te aliviará Él de tus pesares.


I, 023: La María espiritual.

DEBO ser MARÍA, y alumbrar a Dios de mí,

si Él me ha de conceder la beatitud eternamente.


I, 024: No debes ser nada, querer nada.

HOMBRE, si aún eres algo, si algo sabes, algo amas y posees:

no estás, créeme, libre de tu carga.


I, 030: No hay muerte.

NO creo en la muerte: si muero a cada hora,

he encontrado cada vez una vida mejor.


I, 031: El morir perpetuo.

MUERO y vivo para Dios: si quiero vivir para Él eternamente,

el espíritu también he de entregarle eternamente.


I, 032: Dios muere y vive en nosotros.

YO no muero ni vivo: Dios mismo muere en mí;

y lo que yo debo vivir, lo vive también Él sin cesar.


I, 036: No hay muerte sin vida.

DIGO que nada muere: sólo que otra vida,

aun la de tormentos misma, es dada por la muerte.


I, 042: ¿Cómo se funda Dios?

DIOS se funda sin fundamento, y se mide sin medida!

Si eres con Él un espíritu, hombre, lo comprenderás.


I, 043: Se ama aun sin conocer.

AMO una sola cosa, y no sé lo que es:

y porque no lo sé, es que la he elegido.


I, 044: Debe dejarse el algo.

HOMBRE, si amas algo, no amas por cierto nada:

Dios no es esto o aquello, deja por eso el algo.


I, 049: La quietud es el Bien supremo.

LA quietud es el Bien supremo: y si Dios no fuera quietud,

cerraría ante Él mismo mis dos ojos.


I, 050: El trono de Dios.

¿PREGUNTAS tú, cristiano, dónde ha sentado Dios su trono?

Allí, donde Él te alumbra en ti su Hijo.


I, 051: La igualdad de Dios.

QUIEN en la dicha, en el dolor y en el tormento permanece inmóvil:

ése no puede ya estar lejos de la igualdad de Dios.


I, 052: El grano de mostaza espiritual.

MI espíritu es un grano de mostaza, si su sol lo trasluce,

crece igual a Dios, con jubilosa delicia.


I, 058: El egoísmo.

HOMBRE, si buscas a Dios por la quietud, aún no estás en lo cierto;

te buscas a ti, y no a Él?: no eres aún niño, sólo siervo.


I, 059: Como Dios quiere, se debe querer.

SI yo fuera Serafín, preferiría ser

el más vil gusanillo, para agradar al Altísimo.


I, 060: Cuerpo, alma y Divinidad.

EL alma es un cristal, la Divinidad es su brillo:

el cuerpo en el que vives, es el cofre de las dos.


I, 061: Dios debe nacer en ti.

SI Cristo naciere mil veces en Belén,

y no en ti, seguirás perdido eternamente.


I, 062: Lo exterior no te vale.

LA cruz del Gólgota no te puede redimir del mal,

si no se erige también en ti.


I, 063: Levántate tú mismo de entre los muertos.

DIGO, de nada te vale que Cristo resucitara,

si yaces siempre cautivo del pecado, y de los vínculos de la muerte.


I, 066: Mi corazón es el hogar de Dios.

SI Dios es un fuego, mi corazón es el hogar,

donde Él consume la leña de la vanidad.


I, 067: El niño clama por la madre.

COMO un niño destetado llora por su madre:

así clama por Dios el alma, que sólo lo quiere a Él.


I, 070: El amor.

EL amor es nuestro Dios, todo vive por amor:

¡cuán dichoso sería el hombre, que permaneciera siempre en él!


I, 071: Se debe ser la esencia.

EJERCITAR el amor es gran esfuerzo: no debemos sólo

amar, sino ser, como Dios, nosotros mismos el amor.


I, 072: ¿Cómo se ve a Dios?

DIOS habita en una luz, hacia la que falta toda vía:

quien no llega a ser la luz él mismo, no Lo verá jamás.


I, 081: Dios florece de sus ramas.

SI naciste de Dios, Dios florece en ti:

y su divinidad es tu savia y tu ornamento.


I, 082: El cielo está en ti.

DETENTE, a dónde corres, el cielo está en ti:

si buscas a Dios en otro sitio, no lo encontrarás jamás.


I, 089: El alma es igual a Dios.

PUESTO que mi alma está en Dios fuera del tiempo y del lugar,

debe ser igual al Lugar y al Verbo eterno.


I, 116: El rocío.

EL rocío refresca el campo: si ha de corroborar mi corazón,

debe caer del corazón de Jesús.


I, 117: Nada dulce en el mundo.

QUIEN puede llamar algo en el mundo, dulce y encantador,

debe ignorar aún la dulzura, que es Dios.


I, 118: El espíritu permanece libre en todo tiempo.

APRISIÓNAME con el rigor que quieras en mil hierros,

que estaré por entero libre y sin cadenas.


I, 143: El apego a sí condena.

TAN pronto como el diablo pudiera salir de su apego a sí,

lo verías ocupar el trono de Dios.


I, 153: Debes volverte niño.

HOMBRE, si no te vuelves niño, jamás entrarás

donde están los niños de Dios: la puerta es muy pequeña.


I, 165: La Sabiduría.

LA Sabiduría se encuentra a gusto donde están sus niños.

¿Por qué? (¡oh milagro!), ella misma es un niño.


I, 218: La visión divina.

QUIEN no ve en el prójimo sino a Dios y a Cristo,

ve con la luz que florece de la divinidad.


I, 219: La simplicidad.

LA simplicidad es tan preciosa, que si le falta a Dios,

no es Él ni Dios, ni luz, ni Sabiduría.


I, 254: La niñez y la divinidad.

PUESTO que la divinidad se me ha manifestado en la niñez,

estoy a la niñez y a la divinidad igualmente inclinado.


I, 255: Niño y Dios.

NIÑO o Dios, da igual: si me has llamado niño,

has reconocido a Dios en mí, y a mí en Dios.


I, 289: Sin porqué.

LA rosa es sin porqué, florece porque florece,

no se cuida de sí misma, no pregunta si se la ve.




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