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Foto del escritorAmenhotep VII

La Ira - Thích Nhat Hanh



La práctica de la felicidad


En mi opinión, ser feliz es sufrir menos. Si no fuéramos capaces de transformar el

dolor que hay dentro de nosotros, no podríamos ser felices.

Muchas personas buscan la felicidad en el exterior, pero la verdadera felicidad ha

de surgir del propio interior. Nuestra cultura nos dice que la felicidad se obtiene

poseyendo grandes cantidades de dinero, mucho poder y una elevada posición social;

pero si observas atentamente, verás que muchas personas ricas y famosas no son

felices. Muchas de ellas se suicidan.

El Buda y los monjes y monjas de su tiempo tan sólo poseían tres hábitos y un

cuenco, pero eran felices porque tenían algo sumamente precioso: la libertad.

Según las enseñanzas del Buda, la condición básica para ser feliz es la libertad.

No me refiero a la libertad política, sino a estar libre de formaciones mentales como

la ira, la desesperanza, la envidia y la ignorancia. Estas formaciones mentales fueron

descritas por el Buda como ponzoñas. Mientras estos venenos estén presentes en

nuestro corazón, no podremos ser felices.

Para liberarnos de la ira hemos de practicar, seamos cristianos, musulmanes,

budistas, hindúes o judíos. No podemos pedir al Buda, Jesús, Dios o Mahoma que

quite la ira de nuestro corazón en nuestro lugar, sino que hay unas instrucciones

concretas acerca de cómo transformar el deseo vehemente, la ira y la confusión de

nuestro interior. Si seguimos estas instrucciones y aprendemos a cuidar de nuestro

sufrimiento, podremos ayudar a los demás a hacer lo mismo.



Hacer que la felicidad sea posible


Vivimos en una época en la que hay muchos medios de comunicación sumamente

eficaces. La información viaja a la otra punta del planeta con gran rapidez. Pero es

precisamente en esta época cuando la comunicación entre la gente, entre padre e hijo,

marido y mujer, o madre e hija, se ha vuelto más difícil. Si no podemos restablecer la

comunicación entre nosotros, nunca podremos ser felices. En las enseñanzas budistas

se presenta con gran claridad la práctica de escuchar compasivamente, de hablar con

afecto y de cuidar de nuestra ira. Para restablecer la comunicación y llevar la

felicidad a nuestra familia, a nuestra escuela y a nuestra comunidad, hemos de poner

en práctica las enseñanzas del Buda relacionadas con escuchar profundamente y

hablar con afecto. Y después podremos ayudar a las otras personas del mundo.



La ira no es exclusivamente una realidad psicológica


En las enseñanzas del Buda aprendemos que el cuerpo no está separado de la

mente. Nuestro cuerpo es nuestra mente y, al mismo tiempo, nuestra mente es nuestro

cuerpo. La ira no es sólo una realidad mental, porque lo corpóreo y lo mental están

vinculados entre sí, no podemos separarlos. En el budismo, la formación del

cuerpo/mente se denomina namarupa. Namarupa es el psicosoma, la mente-cuerpo

como una única entidad. La misma realidad aparece en algunas ocasiones como

mente, y otras, como cuerpo.

Al observar a fondo la naturaleza de las partículas elementales, los científicos han

descubierto que algunas veces se manifiestan como una onda, y otras, como una

partícula. Una onda es muy distinta de una partícula. Una onda no puede ser una

partícula, sino sólo una onda. Y una partícula no puede ser una onda, sino sólo una

partícula. Pero la onda y la partícula son la misma cosa. Así que en lugar de llamarla

onda o partícula, la han llamado «ondícula», combinando las palabras onda y

partícula. Este es el nombre que los científicos han dado a las partículas elementales.

Con la mente y el cuerpo ocurre lo mismo. Nuestra visión dualista nos dice que la

mente no puede ser el cuerpo y que el cuerpo no puede ser la mente. Pero al observar

a fondo vemos que el cuerpo es la mente y que la mente es el cuerpo. Si logramos

superar la dualidad que ve la mente y el cuerpo como dos entidades totalmente

distintas, nos acercaremos más a la verdad.

Mucha gente empieza a darse cuenta de que lo que le ocurre al cuerpo también le

ocurre a la mente, y viceversa. La medicina moderna sabe que la enfermedad del

cuerpo puede proceder de una mente enferma. Y la enfermedad de nuestra mente

puede estar relacionada con un cuerpo enfermo. El cuerpo y la mente no son dos

entidades separadas, sino una sola. Si queremos dominar nuestra ira, hemos de cuidar

muy bien de nuestro cuerpo. Es muy importante prestar atención a cómo comemos y

qué consumimos.




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