Lao Tse dijo:
Existe algo, un todo indiferenciado, que antes de los cielos y la tierra. Sólo tiene
imágenes abstractas, ninguna forma concreta. Es profundo, oscuro, silencioso,
indefinido; no oímos su voz. Asignándole un nombre, lo llamó el Camino.
El Camino es infinitamente elevado, insondablemente profundo. Abarcando el
cielo y la tierra, recibiendo de lo que no tiene forma, produce una corriente que fluye
intensa y ampliamente sin desbordarse. Opaco, se sirve de una clarificación gradual
mediante la calma. Cuando se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es
representado, ni siquiera llena la mano.
Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar; es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.
Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos, corren los
animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los unicornios, remontan el vuelo los
fénix, siguen su curso las estrellas. Garantiza la supervivencia mediante la destrucción,
la nobleza mediante la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los
Tres Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el centro;
sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a todo el mundo en los cuatro
cuadrantes.
De esta manera, el Camino produce el movimiento de los cielos y la estabilidad
de la tierra, girando incesantemente como una rueda, fluyendo sin cesar como el agua.
El Camino se encuentra en el principio y en el fin de las cosas: cuando se levanta el
viento, se condensan las nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, responde como un
concierto sin fin.
Devuelve lo esculpido y lo pulido a la simplicidad. No se las ingenia para
hacerlo, sino que se funde con la vida y la muerte. No se las ingenia para expresarlo,
sino que comunica virtud. Conlleva en sí una felicidad pacífica que no tiene orgullo, y
así alcanza la armonía.
Existen infinitas diferencias cuando el Camino facilita la vida: armoniza la
oscuridad y la luz, regula las cuatro estaciones y armoniza las fuerzas de la naturaleza.
Humedece el mundo vegetal, impregna el mundo mineral. Los animales salvajes se
hacen grandes, sus pieles lustrosas; los huevos de los pájaros no se rompen, los animales
no mueren en el seno materno. Madres y padres no sufren la pena de perder a sus hijos,
los hermanos no experimentan la tristeza mutuamente. Los niños no quedan huérfanos,
las mujeres no enviudan. No se ven signos atmosféricos de mal agüero, no se producen
robos y bandolerismo. Todo esto es aportado por la virtud interna.
El Camino natural incesante da nacimiento a los seres, pero no los posee;
engendra la evolución, pero no la gobierna. Todos los seres nacen dependientes de él,
pero ninguno sabe cómo agradecérselo; todos mueren a causa de él, pero ninguno puede
quedar resentido por ello. No se enriquece por el almacenamiento y la acumulación, ni
se empobrece por el desembolso y el disfrute.
Es tan inasible e indefinible que no puede ser imaginado; no obstante, aunque sea
indefinible e inasible, su función es ilimitada. Profundo y misterioso, responde a la
evolución sin forma; triunfante y efectivo, no actúa en vano. Se enrosca y se desenrosca
con firmeza y flexibilidad; se contrae y se expande con oscuridad y luz.
Lao Tse dijo:
Las personas avanzadas están en paz y no tienen deseos; están en calma y no
tienen preocupaciones. Hacen del cielo su baldaquín y de la tierra su carruaje; de las
cuatro estaciones hacen sus caballos y convierten a la oscuridad y a la luz en sus
conductores. Viajan por donde no hay camino, vagan por donde no hay abatimiento,
parten sin atravesar ninguna puerta.
Con el cielo como baldaquín, nada queda sin cubrir; con la tierra como carruaje,
nada queda sin llevar. Con las cuatro estaciones como caballos, nada queda sin emplear;
con la oscuridad y la luz como conductores, nada queda sin ser incluido. Por ello, son
rápidos sin vacilaciones, viajan sin cansarse. No perturbados sus cuerpos, sus intelectos
no quedan disminuidos, y ven al mundo entero con claridad. Esto es mantenerse en la
esencia del Camino y observar la tierra sin ataduras.
Por ello, los asuntos del mundo no son planeados, sino promovidos según su
propia naturaleza. No puede hacerse nada para facilitar los cambios de las miríadas de
seres, excepto captar lo esencial y regresar a ello. En consecuencia, los sabios cultivan
los cimientos internos y no se adornan externamente con cosas superficiales. Activan su
espíritu vital y dejan en reposo sus opiniones aprendidas. Por ello, son abiertos y sin
argucias, aunque no hay nada que no hagan; no tienen leyes, pero no hay desorden.
No tener argucias significa no actuar antes que los demás. No tener leyes
significa no cambiar la naturaleza. Que no hay desgobierno significa que avanzan
mediante la afirmación recíproca de los seres.
Lao Tse dijo:
Quienes se mantienen en el Camino para guiar a la gente fluyen con los
acontecimientos a medida que suceden y actúan conforme a lo que la gente hace.
Responden según la evolución de cada ser y están en armonía con los cambios de
cualquier acontecimiento.
Así pues, el Camino está vacío y no es cosificado, llano y fácil, claro y en calma,
flexible y complaciente, sin adulteración y puro, plano y simple. Éstas son imágenes
concretas del Camino.
La no cosificación vacía es la morada del Camino. Incluso la facilidad es la base del
Camino. La calma clara es su espejo. La complacencia flexible es su función. La
inversión es normal para el Camino: la flexibilidad constituye su firmeza, la
complacencia su fuerza.
La pureza no adulterada y la simplicidad llana es la principal línea del Camino.
El vacío significa que no hay fardo dentro. La ecuanimidad significa que el espíritu es
ilimitado. Cuando los deseos habituales no son un fardo para uno, eso es la
consumación del vacío. Cuando no se tienen preferencias ni aversiones, eso es la
consumación de la ecuanimidad. Cuando se está unificado e inalterable, eso es la
consumación de la calma. Cuando no se está metido en las cosas, eso es la consumación
de la pureza. Cuando uno no se duele de nada ni se recrea por nada, eso es la
consumación de la virtud.
El gobierno de las personas completas abandona el intelectualismo y deja de
lado el adorno ostentoso. Dependiendo del Camino, rechaza la astucia. Emerge de la
imparcialidad, en armonía con la gente. Limita lo que se conserva y minimiza lo que se
busca. Se aparta de los anhelos seductores, elimina el deseo de los bienes valiosos y
reduce el dar vueltas a los pensamientos.
Limitar lo que se desemboca en claridad; minimizar lo que se busca desemboca
en el logro. Por ello, cuando lo externo está controlado por el centro, nada es
descuidado. Si puedes alcanzar el centro, puedes gobernar lo externo.
Con el logro del centro, los órganos internos están en calma, los pensamientos
son ecuánimes, los nervios y los huesos son fuertes, los oídos y los ojos están claros.
El Gran Camino es llano y no está lejos de uno mismo. Quienes lo buscan lejos
van y después regresan.
Lao Tse dijo:
El estado de sabiduría no tiene nada que ver con el gobierno de los demás, sino
que es un asunto de ordenarse a sí mismo. La nobleza no tiene nada que ver con el
poder y el rango, sino que es una asunto de autorrealización; lograr la autorrealización,
y el mundo entero está dentro de uno mismo. La felicidad no tiene nada que ver con la
riqueza y la condición social, sino que es un asunto de armonía.
Quienes saben suficiente para disminuir la importancia del yo y considerar la
ligereza del mundo están próximos al Camino. Por ello he dicho: «Alcanzando el
extremo del vacío, conservando la calma definitiva, mientras millones de seres actúan
en concierto, de ahí observo el retorno.»
El Camino moldea a miríadas de seres, pero continúa sin tener forma. Silencioso
e inmóvil, abarca totalmente lo desconocido indiferenciado. Ninguna vastedad es
suficientemente grande para estar fuera de él, ninguna cosa diminuta es suficientemente
pequeña para estar dentro de él. Carece de morada, pero da origen a todos los nombres
de lo que existe y de lo que no existe.
Las verdaderas personas lo encarnan a través del vacío abierto, facilidad
ecuánime, inteligencia clara, flexibilidad elástica, pureza no adulterada y simplicidad
llana, sin enredarse en las cosas. Su virtud perfecta es el Camino del cielo y de la tierra,
por ello son llamadas verdaderas personas.
Las verdaderas personas saben cómo disminuir la grandeza del yo y la pequeñez
del mundo; estiman el autogobierno y desdeñan gobernar a los demás. No permiten que
las cosas perturben su armonía, no dejan que sus deseos molesten sus sentimientos.
Ocultando sus nombres, se esconden cuando el Camino está en acción y aparecen
cuando no lo está. Actúan sin argucias, trabajan sin esfuerzo y saben sin intelectualizar.
Apreciando el Camino del cielo, aceptando el corazón del cielo, respiran la
oscuridad y la luz, exhalando lo viejo e inhalando lo nuevo. Se cierran junto con la
oscuridad y se despliegan con la luz. Se enrollan y se desenrollan con firmeza y
flexibilidad, se contraen y se expanden con oscuridad y luz, tienen la misma mente que
el cielo y el mismo cuerpo que el Camino.
Nada les complace, nada les produce dolor; nada les da placer, nada les disgusta.
Todas las cosas son misteriosamente lo mismo; no hay nada correcto ni equivocado.
Quienes son físicamente heridos por las torturas de las condiciones climáticas
extremas se encuentran con que el espíritu es sofocado cuando el cuerpo está exhausto.
Quienes son heridos psicológicamente por las aflicciones de las emociones y de los
pensamientos se encuentran con que el cuerpo es abandonado cuando el espíritu está
exhausto. Por ello, las verdaderas personas vuelven deliberadamente a la esencia, confiando en el apoyo del espíritu, y alcanzando de esta manera la plenitud. Así pues,
duermen sin sueños y se despiertan sin preocupaciones.
Lao Tse dijo:
Quienes sirven a la vida se adaptan a los cambios cuando actúan. Los cambios
surgen de los tiempos; quienes conocen los tiempos no se comportan de manera fija, por
ello digo: «Los caminos pueden ser guías, pero no senderos trazados; los nombres
pueden ser designados, pero no etiquetas fijadas.»
Los escritos se producen mediante palabras, y las palabras proceden del
conocimiento; los intelectuales no saben que ellos no constituyen un camino fijado. Los
términos que pueden ser designados no forman libros que puedan ser atesorados. Las
personas instruidas llegan una y otra vez a un callejón sin salida; esto no es tan bueno
como mantenerse centrado. Acaba con el escolasticismo, y no habrá preocupaciones;
pon un final a la sagacidad, abandona el conocimiento, y la gente se beneficiará muchas
veces.
Los seres humanos son tranquilos por nacimiento; ésta es la naturaleza celestial.
Al sentir las cosas, actúan; esto es deseo natural. Cuando las cosas vienen a ellos,
responden. Éste es la acción del conocimiento. Cuando el conocimiento y las cosas
interactúan, surgen las preferencias y las aversiones. Cuando las preferencias y las
aversiones están formadas, el conocimiento va hacia las cosas externas y no puede
retornarse al ser; de esta manera desaparece el diseño celestial.
Por consiguiente, los sabios no sustituyen lo celestial por lo humano.
Externamente evolucionan con las cosas, pero internamente no pierden su verdadero
estado. Así, quienes realizan el Camino regresan a la clara tranquilidad. Quienes
descubren el secreto de las cosas acaban sin tener estratagemas. Alimentan la inteligencia mediante la calma, unifican el espíritu mediante la abstracción, y se dirigen a la
puerta de la nada.
Quienes siguen el cielo viajan con el Camino; quienes siguen a los humanos se
mezclan con lo vulgar. Por ello, los sabios no dejan que los negocios perturben al
mundo y no permiten que los deseos confundan los sentimientos. Hacen lo que es
apropiado sin argucias; se confía en ellos aunque no hablen. Tienen éxito sin pensar en
él, logran sus metas sin estratagemas.
Por lo tanto, cuando están arriba, la gente no lo toma a mal; y cuando no están al
frente, los demás no les atacan. Todo el mundo recurre a ellos, los traicioneros le temen.
Como ellos no luchan con nadie, nadie se atreve a luchar con ellos.
Lao Tse dijo:
Cuando las personas pierden su naturaleza esencial por seguir sus deseos, sus
acciones nunca son correctas. Gobernar una nación de esta manera desemboca en el
caos; gobernarse a sí mismo de esta manera desemboca en la deshonra.
Por ello, quienes no escuchan al Camino no tienen manera de regresar a su
naturaleza esencial. Quienes no entienden las cosas no pueden estar claros y en calma.
La naturaleza esencial del ser humano original no tiene perversión ni corrupción,
pero después de una larga inmersión en las cosas esto cambia con facilidad, de manera
que olvidamos nuestras raíces y nos adaptamos a una naturaleza aparente.
A la naturaleza esencial del agua le gusta la claridad, pero la arena la contamina.
A la naturaleza esencial de la humanidad le gusta la paz, pero los deseos habituales la
perjudican. Sólo los sabios pueden dejar las cosas y regresar al ser.
Por ello, los sabios no utilizan el conocimiento para explotar las cosas y no dejan
que sus deseos perturben su armonía. Cuando son felices no están exultantes de gozo, y
cuando padecen dolor no están desesperados. De este modo, no se encuentran en peligro
ni siquiera en las altas cumbres; están seguros y estables.
Así pues, planear inmediatamente la escucha de buenas palabras es algo que
incluso los ignorantes saben suficientemente como para admirarlo; la acción noble de
acuerdo con las virtudes de los sabios es algo que incluso las personas más modestas
conocen suficientemente como para estimarla.
Pero mientras quienes admiran son los muchos, quienes lo aplican son los pocos;
y mientras quienes los que estiman estas cosas son numerosos, quienes las ponen en
práctica son escasos. La razón de ello es que los muchos se aferran a las cosas y están
atados a lo mundano.
Por ello, se dice: «Cuando no planifico nada, la gente evoluciona por sí misma.
Cuando no me esfuerzo por nada, la gente prospera por sí misma. Cuando disfruto de la
tranquilidad, la gente se corrige a sí misma. Cuando no tengo deseos, la gente es
naturalmente llana». La serenidad limpia es la consumación de la virtud. La
complacencia flexible es la función del Camino. La calma vacía es el antepasado de
todos los seres. Cuando las tres se ponen en práctica, se entra en lo que carece de forma.
Lo que carece de forma es un término para describir la unidad; unidad significa ausencia
de mente fundiéndose con el mundo.
La práctica de la virtud no es altiva; su uso no es forzado. No se la ve cuando se
la mira, no se la oye cuando se la escucha. Carece de forma, pero de ella han nacido las
formas. Carece de sonidos, pero en él se producen todos los sonidos. Carece de aroma,
pero en él se forman todos los aromas. Carece de color, pero todos los colores están
hechos de él.
Así, el ser ha nacido del no ser, la realización ha nacido del vacío. Sólo existen
cinco notas musicales, pero las variaciones de esas cinco notas son tantas que están más
allá de nuestro poder de escucharlas. Sólo existen cinco aromas, pero sus variantes son
tantas que están más allá de nuestro poder de gustarlas. Sólo existen cinco colores, pero
sus variantes son tantos que están más allá de nuestro poder de verlos.
En lo que respecta al sonido, cuando se establece la primera nota, las cinco notas
quedan definidas. En lo que respecta al aroma, cuando se establece el dulzor, los cinco
aromas quedan determinados. En lo que respecta al color, cuando se establece el blanco,
se forman los cinco colores. En lo que respecta al Camino, cuando queda establecido el
Uno, nacen todas las cosas.
Por ello, el principio de la unicidad se aplica a todas las cosas. La vastedad de lo
Uno es evidente en la totalidad del cielo y de la tierra. Su totalidad es sólida, como un
bloque sin esculpir. Su dispersión es total, como si estuviera en suspensión. Aunque esté
en suspensión, gradualmente se aclara; aunque vacío, gradualmente se llena. Es
profundo como un océano, vasto como las nubes que flotan. Parece que no es nada, pero
existe; parece estar ausente, pero está ahí.
Lao Tse dijo:
Cuando el cielo alcanza sus alturas y la tierra alcanza sus profundidades, cuando
el sol y la luna brillan, cuando las estrellas parpadean, cuando el yin y el yang
armonizan, en todo esto no hay planificación. Toma el camino correcto, y las cosas
serán espontáneamente naturales.
No es el yin y el yang y las cuatro estaciones lo que dan nacimiento a los
múltiples seres; no son las intemporales lluvias y el rocío lo que alimenta a las plantas y
a los árboles: cuando los espíritus están conectados y el yin y el yang armonizan,
entonces nacen miríadas de seres.
El Camino almacena vitalidad en su interior y aloja al espíritu en la mente.
Tranquilo y sin vínculos, sereno y luminoso, alegre y armonioso, el corazón está abierto
y sin forma, en paz y sin sonido. Es como si no hubiera asuntos que tratar en los
despachos del gobierno, como si no hubiera personas en la corte. No hay eremitas ni
refugiados, trabajos forzados ni castigo injusto.
Todo el mundo en el campo contempla las virtudes del liderazgo y emula sus
ideales, que se vuelven a decir en diferentes lenguas y alcanzan a otras naciones con
diferentes costumbres, de manera que la gente pueda observarlas incluso a distancia. Se
trata simplemente de que el liderazgo extiende su sinceridad en todo el mundo.
Por ello, premiar lo bueno y castigar lo violento es el orden correcto. Lo que lo
hace factible es pura sinceridad. Aunque las directivas puedan ser claras, no pueden ser
llevadas a cabo en solitario, sino que deben esperar la pura sinceridad. Así, si el
liderazgo es ejercido sobre el pueblo pero el pueblo no lo sigue, es a causa de que la
pura sinceridad no está ahí.
Lao Tse dijo:
Como el deambular de los sabios, se mueven en el vacío absoluto, dejan que sus
mentes serpenteen en la gran nada; actúan más allá de las convenciones y pasan por
donde no hay puerta. Escuchan lo que no tiene sonido y observan lo que no tiene forma;
no están constreñidos por la sociedad ni vinculados a sus costumbres.
Así, el mundo no es excedido por las verdaderas personas allí donde los sabios
se mueven; así, allí donde las buenas personas rectifican las costumbres sociales los
sabios no observan. Cuando las personas se hallan atrapadas en las costumbres sociales,
inevitablemente están atadas físicamente y son vaciadas mentalmente; por ello, no
pueden evitar ser sobrecargadas.
Quienes se dejan atar son siempre aquellos cuyas vidas son dirigidas desde
afuera.
Lao Tse dijo:
La esencia vital de la mente puede ser influida espiritualmente, pero no puede
ser guiada a través de la palabra. El hecho de que los sabios puedan gobernar al mundo
sin dejar sus asientos ocurre porque los sentimientos van más allá que las palabras.
Así, cuando existe confianza en los acuerdos verbales, la confianza se halla antes
de las palabras. Cuando existe acción en las direcciones comunes, la sinceridad de la
acción está presente al margen de las directivas.
Cuando los sabios están en posición de liderazgo, el pueblo es influido
espiritualmente, siendo conducido por medio de los sentimientos. Cuando los que están
arriba actúan sin obtener una respuesta de los que están abajo, esto significa que los
sentimientos y las órdenes están en desacuerdo.
El hecho de que los niños de tres meses no conozcan lo que es beneficioso y lo
que es dañino, y una madre amorosa esté por tanto más atenta para cuidarles, es un
asunto de sentimiento.
Así pues, la función del habla es pequeña, mientras que es grande la función de
lo inexpresado.
La confianza constituye el mundo de la persona ideal, la fidelidad constituye la
voluntad de la persona ideal; cuando la fidelidad y la verdad se forman dentro, su
influencia origina una respuesta externa. Ésta es la cultura del sensato y el sabio.
Lao Tse dijo:
La energía que la gente recibe de la naturaleza es una en lo que concierne a los
sentimientos de los sentidos hacia el sonido, la forma, el olor y la temperatura. Pero la
manera en que se utiliza difiere en que algunos mueren y otros viven por ello; algunos
se convierten en personas ejemplares y otros se convierten en personas miserables.
El espíritu se halla donde se reúne el conocimiento; cuando el espíritu es claro,
el conocimiento está iluminado. El conocimiento es la sede del corazón; cuando el
conocimiento es objetivo, el corazón es ecuánime.
La razón por la que la gente utiliza el agua límpida como espejo, y no una
corriente en movimiento, es porque está clara y tranquila. Así, cuando el espíritu está
claro y la atención es ecuánime, es posible discernir entonces la verdadera condición de
las personas.
Por ello, su uso depende inevitablemente de la no explotación.
Cuando un espejo es claro, el polvo no lo ensucia; cuando el espíritu es claro, los
deseos habituales no lo engañan.
De esta manera, si la mente va a algún lado, el espíritu está allí en un estado de
atención creativa; si regresas al vacío, esto extinguirá la actividad convulsa, de manera
que la mente pueda descansar. Ésta es la libertad de los sabios. Esta es la razón por la
que quienes gobiernan al mundo deben realizar la verdadera condición de la naturaleza
y de la vida antes de poder gobernarlo.
Lao Tse dijo:
Los sabios se cierran más con la oscuridad y se abren con la luz. Capaces de
alcanzar el punto en el que no hay gozo, encuentran que no hay nada de lo que no
puedan disfrutar. Puesto que no hay nada de lo que no puedan disfrutar, alcanzan la
cumbre del gozo.
Utilizan lo interno para hacer lo externo susceptible de disfrute y no utilizan las
cosas externas para hacer lo interno gozoso; por ello, tienen un gozo espontáneo en sí
mismos y así tienen su propia voluntad, que es estimada por el mundo. La razón para
que sea así es que esto es esencial para el mundo en los propios términos del mundo.
No es conforme a otro, sino conforme a uno mismo; no es conforme a alguien,
sino al individuo. Cuando el individuo lo alcanza, todo queda incluido.
Así, quienes comprenden la lógica de las funciones mentales consideran los
deseos, las ansias, las preferencias y las aversiones como cosas externas. Por ello, nada
les deleita, nada les enfada, nada les gusta, ni nada les produce dolor. Todo es
misteriosamente lo mismo; nada es erróneo, nada es correcto.
Así pues, existe una lógica consecuente para los hombres y un comportamiento
consecuente para las mujeres: no necesitan autoridad para ser nobles, no necesitan
riquezas para ser prósperos, no necesitan fuerza para ser poderosos; no explotan los
bienes materiales, no ansian reputación social, no consideran que una elevada condición
social sea segura, ni que una humilde condición social sea peligrosa; su cuerpo, su
espíritu, su energía y su voluntad permanecen en su propio lugar.
El cuerpo es la morada de la vida, la energía su fundamento, el espíritu su
controlador: si se pierde su respectiva posición, los tres son perjudicados. Por ello,
cuando el espíritu es el que conduce, el cuerpo le sigue, produciéndose resultados
beneficiosos; cuando el cuerpo es el que conduce, el espíritu le sigue, produciéndose
resultados dañinos.
Las personas que viven para la glotonería y la lujuria son hundidas y cegadas por
el poder y el beneficio, seducidas y encantadas por la fama y la posición social, casi más
allá de toda concepción humana.
Cuando tu rango es elevado en el mundo, tu vitalidad y tu espíritu se agotan
diariamente, posteriormente se disipan y no regresan al cuerpo. Si internamente te
cierras y los conservas afuera, no tienen ninguna manera de entrar. Por esta razón,
existen a veces problemas con la actitud de distracción y de olvido del trabajo.
Cuando la vitalidad, el espíritu, la voluntad y la energía están en paz, te llenan
día a día y te fortalecen. Cuando son hiperactivas, disminuyen día a día, haciéndote
envejecer.
Por consiguiente, los sabios continúan nutriendo su espíritu, hacen que su
energía sea suave, hacen sus cuerpos normales, y fluctúan con el Camino. De esta
manera, acompañan a la evolución de todas las cosas y responden a los cambios de
todos los acontecimientos.
Lao Tse dijo:
Cuando hay luz en el cielo, uno no se preocupa acerca de la oscuridad en la
gente; cuando hay riqueza en la tierra, uno no se preocupa acerca de la pobreza entre la
gente. El Camino de la virtud perfecta es inamovible como una montaña; quienes viajan
por él lo toman como su meta. Es suficiente para uno mismo y basta a los demás. No es
concebido por ningún ser humano, y quienes lo usan no reciben una recompensa por
ello; en consecuencia, están en paz y pueden perdurar.
El universo no da y, por ello, no quita: no recompensa y, por ello, no se ofende.
Quienes están acostumbrados a la cólera, inevitablemente tienen un montón de
resentimiento; quienes son buenos en dar, inevitablemente son buenos en recibir.
Únicamente siguiendo la naturalidad del universo puede uno ser maestro de su designio.
Por ello, cuando aparece la alabanza, la censura sigue a continuación; cuando
aparece el bien, el mal viene a continuación. El provecho es el comienzo del daño, la
fortuna es la predecesora del infortunio. Si no buscas ventajas, no llegarás a ningún
daño; si no buscas fortuna, no tendrás infortunio. Para el cuerpo, la perfección es
normalidad; las riquezas y la condición social son estados temporales.
Lao Tse dijo:
Los sabios no llevan vestidos extraños ni se comportan con patrones de conducta
extravagantes. Sus vestidos no son incongruentes, su conducta pasa desapercibida. No
son ostentosos cuando tienen éxito y no tienen miedo cuando están en la miseria. No
hacen ostentación cuando son famosos, y no tienen vergüenza cuando son
desconocidos. Son diferentes, pero no extraños. Todos ellos utilizan lo que no puede ser
nombrado; a esto se le llama gran maestría.
Lao Tse dijo:
El Camino puede ser utilizado para la debilidad o para la fuerza, para la
flexibilidad o para la firmeza, para la pasividad o para la actividad, para la oscuridad o
para la luz. Puede ser utilizado para abarcar el cielo y la tierra, y puede ser utilizado
para responder a los tiempos sin convenciones fijas.
Conocer es algo superficial, no conocer es algo profundo. Conocer es externo,
no conocer es interno. Conocer es burdo, no conocer es delicado. Conocer es no
conocer, no conocer es conocer. ¿Quién sabe que conocer es no conocer y que no
conocer es conocer?
El Camino no puede ser oído; lo que es oído no es. El Camino no puede ser
visto; lo que es visto no es. El Camino no puede ser dicho; lo que es dicho no es. ¿Quién
sabe que su forma es no forma? Por ello, cuando todo el mundo sabe que lo bueno es
bueno, esto no es bueno. Quienes saben no dicen, quienes dicen no saben.
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