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Foto del escritorAmenhotep VII

Dhammapada




VÍAS CONTRARIAS

Lo que somos hoy procede de nuestros pensamientos de ayer y nuestros pensamientos presentes forjan nuestra vida de mañana: nuestra vida es la creación de nuestros pensamientos. Si un hombre habla o actúa con pensamientos impuros, el sufrimiento lo sigue como la rueda del carro sigue al animal que tira de él. Lo que somos hoy procede de nuestros pensamientos de ayer y nuestros pensamientos presentes forjan nuestra vida de mañana: nuestra vida es la creación de nuestra mente. Si un hombre habla o actúa con pensamientos puros, la alegría lo sigue, como su sombra. «Me insultó, me ofendió, me derrotó, me robó.» Quienes conciben esos pensamientos no se liberarán del odio.

«Me insultó, me ofendió, me derrotó, me robó». Quienes no conciben esos pensamientos se librarán del odio. Pues el odio no se vence con odio: el odio se vence con amor. Ésta es una ley eterna. Muchos no saben que estamos aquí, en este mundo, para vivir en armonía. Quienes lo saben no luchan entre sí. A quien solo vive para los placeres y cuya alma no está en armonía, quien no tiene en cuenta lo que come, peca de ociosidad y no tiene capacidad para la virtud, mara lo agita y lo mueven las tentaciones egoístas, así como un árbol débil es sacudido por el viento.

Pero quien no vive para los placeres y cuya alma está en armonía consigo misma, quien come o ayuna con moderación y tiene fe y capacidad para la virtud, no se ve agitado por las tentaciones, así como una gran roca no es sacudida por el viento. Si un hombre se pone la pura túnica amarilla con un alma impura, sin armonía consigo mismo ni verdad, no es digno de vestir la túnica sagrada.

Pero aquel que está libre de pecado y cuya alma está ejercitada en la virtud, que vive en armonía consigo mismo en la verdad, es digno de vestir la túnica sagrada. Quienes creen que lo irreal existe y lo real no, perdidos como están en el camino del pensamiento errado, nunca alcanzarán la verdad.

Pero quienes saben que lo real existe y lo irreal no, seguros como van por la senda del pensamiento recto, alcanzarán sin falta la verdad. Así como la lluvia atraviesa una casa con techo deteriorado, así también las pasiones atravesarán una mente desprotegida.

Pero, así como la lluvia no atraviesa un techo bien conservado, así tampoco penetran las pasiones en una mente bien protegida. Sufre en este mundo y también en el próximo: quien obra mal sufre en los dos mundos. Sufre y sufre y se lamenta cuando ve el mal que ha hecho. Es dichoso en este mundo y también en el próximo: quien obra bien es dichoso en los dos mundos. Está alegre, siente una gran alegría cuando ve el bien que ha hecho. Desdichado es en este mundo y también en el próximo: el hombre que obra mal es desdichado en los dos mundos. «He obrado mal», así se lamenta y más se lamenta por el camino del pesar. Disfruta de este mundo y también del próximo: quien obra bien disfruta en los dos mundos. «He obrado bien», se dice, jubiloso, y disfruta aún más por la senda del gozo. Si un hombre pronuncia, irreflexivo, muchas palabras sagradas, pero no las plasma en sus acciones, no podrá gozar de la santidad: es como un vaquero que cuenta las vacas de su amo.

En cambio, si un hombre pronuncia unas pocas palabras sagradas, pero las plasma en su vida, libre de pasiones, odio y falsa ilusión, con la visión recta y la mente libre, no codicia nada ahora y en el más allá, sino que lleva una vida de santidad.


VIGILANCIA


La vigilancia es la senda que conduce a la inmortalidad; la negligencia es la senda que conduce a la muerte. Quienes están vigilantes nunca mueren; los que no lo están son ya como muertos. Quienes con pensamientos claros han comprendido esa verdad —los sabios, que nunca bajan la guardia— sienten el gozo de la vigilancia, el gozo de la senda del Supremo. Y quienes con pensamiento elevado y profunda contemplación avanzan por la senda con energía inextinguible alcanzan al final el nirvana, la paz suprema y el gozo infinito. El hombre que se yergue con la fe, que no cesa de recordar su elevado propósito, cuya labor es pura y reflexiona sobre ella, y, dueño de sí mismo, lleva una vida de perfección y nunca baja la guardia se elevará con la gloria. Al erguirse con la fe y la vigilancia, con el dominio de sí mismo y la armonía consigo mismo, el sabio crea una isla para su alma que las aguas nunca logran cubrir. Los insensatos e ignorantes son descuidados y nunca vigilan, pero quien vive vigilante lo considera su mayor tesoro.

Nunca caigas en la negligencia; nunca te hundas en los placeres torpes y en la lujuria. Los que se mantienen vigilantes, en profunda contemplación, alcanzan al final el gozo supremo. El sabio que, mediante la vigilancia, vence la irreflexión es alguien que, libre de penas, asciende hasta el palacio de la sabiduría y en él, desde su alta terraza, ve abajo a los sumidos en la aflicción, así como un poderoso sabio en la montaña sagrada podría contemplar a los muchos necios allá abajo y lejos, en la llanura. El sabio, vigilante entre los indolentes, despierto entre los dormidos, corre como un caballo de carreras y adelanta a los lentos. Por su vigilancia fue como Indra logró la primacía entre los dioses, quienes encomian a los vigilantes y siempre desprecian la irreflexión. El monje que disfruta el gozo de la vigilancia y siente temor de la irreflexión avanza por su camino como un fuego, quemando todos los obstáculos, grandes y pequeños, a su paso. El monje que disfruta el gozo de la vigilancia y siente temor de la irreflexión nunca se verá privado de su victoria y se encuentra cerca del nirvana.


LA MENTE

El pensamiento es oscilante e inquieto, difícil de sujetar y contener: diríjalo el sabio, así como un fabricante de flechas las hace rectas. Como un pez arrojado a la tierra, arrancado de su líquido elemento, el pensamiento se esfuerza y lucha para liberarse del poder de la muerte. El pensamiento del hombre es inconstante y voluble, vuela con la fantasía dondequiera que le apetece: resulta en verdad difícil retenerlo, pero es un gran bien lograrlo. Un pensamiento autorregulado es un venero de inmenso gozo. El pensamiento es invisible y sutil y vuela con la fantasía dondequiera que le apetece, pero el sabio debe vigilarlo bien, pues un pensamiento bien vigilado es un venero de inmenso gozo. El pensamiento, oculto en el misterio de la conciencia e incorpóreo, vuela lejísimos. Los que infunden armonía a sus pensamientos quedan liberados de las ataduras de la muerte. Quien tiene un pensamiento inestable y no conoce la senda de la verdad, cuyas fe y paz son siempre vacilantes, nunca alcanzará la plenitud de la sabiduría. Pero quien mantiene su pensamiento sometido apaciblemente está libre del ansia de los deseos y quien se ha elevado por encima del bien y del mal está despierto y no siente miedo. Teniendo en cuenta que este cuerpo es frágil como un cántaro, fortifica tu pensamiento como una fortaleza y empéñate en la gran lucha contra mara, todas las malas tentaciones. Después de la victoria, guarda bien tus conquistas y no dejes de vigilar por siempre jamás. Este cuerpo no tardará —¡qué tristeza!— en yacer sin vida en la tierra, abandonado como un tronco inútil. Un enemigo puede herir a un enemigo y un hombre presa del odio puede herir a otro hombre, pero si el pensamiento de un hombre se orienta en una dirección errónea, puede hacerle un daño aún mayor. Un padre o una madre o un familiar pueden en verdad beneficiar a un hombre, pero sus pensamientos rectamente orientados pueden beneficiarlo mucho más.



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