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Foto del escritorAmenhotep VII

Vincent van Gogh a su hermano theo


Mi querido Theo:

En fin, te envío un pequeño croquis para darte una idea aproximada del giro que

toma el trabajo. Porque hoy me he vuelto a poner a la tarea. Tengo los ojos fatigados

todavía; pero en fin, tenía una idea en la cabeza y éste es el croquis. Siempre tela de

30. Esta vez es simplemente mi dormitorio; sólo que el color debe predominar aquí,

dando con su simplificación un estilo más grande a las cosas para llegar a sugerir el

reposo o el sueño en general. En fin, con la vista del cuadro debe descansar la cabeza

o más bien la imaginación.

Las paredes son de un violeta pálido. El suelo es a cuadros rojos.

La madera del lecho y las sillas son de un amarillo de mantequilla fresca; la

sábana y las almohadas, limón verde muy claro.

La colcha, rojo escarlata. La ventana, verde.

El lavabo, anaranjado; la cubeta, azul.

Las puertas, lilas.

Y eso es todo —nada más en ese cuarto con los postigos cerrados.

Lo cuadrado de los muebles debe insistir en la expresión del reposo

inquebrantable.

Los retratos en la pared, un espejo, una botella y algunos vestidos.

El marco —como no hay blanco en el cuadro— será blanco.

Esto, para tomarme el desquite del reposo forzado a que me he visto obligado.

Trabajaré aún todo el día de mañana; pero ya ves qué simple es la concepción.

Las sombras y las sombras proyectadas están suprimidas; ha sido coloreado con tintes

planos y francos como los crespones. Esto va a contrastar con, por ejemplo, La

diligencia de Tarascón y el Café nocturno.

No te escribo más porque voy a comenzar mañana muy temprano, con la fresca

luz del amanecer, para acabar mi tela.

No te olvides de darme noticias de cómo van los colores.

Espero que me escribirás uno de estos días.

La próxima vez te haré un croquis de otras piezas.

Un apretón de manos.

Yo creo que una nueva escuela colorista ha de arraigar en el Mediodía; porque

veo cada vez más que los del norte se fundan sobre todo en la habilidad del pincel y

el llamado afecto pintoresco que en el deseo de expresar algo por el color mismo.

Aquí, bajo el sol más fuerte, he encontrado que es cierto lo que decía Pissarro y lo

que me escribía, además, Gauguin sobre lo mismo; la simplicidad, lo descolorido, lo

grave de los grandes efectos del sol.

En el norte jamás se hubiera sospechado.

En cuanto a la venta, te doy razón en verdad por no buscarla expresamente; en

realidad yo preferiría, si pudiera, no vender jamás…

Este dormitorio es algo así como esa naturaleza muerta de las novelas parisienses

de colchas amarillas, rosas, verdes, ¿te acuerdas? Pero creo que la factura es más viril

y más simple.

Nada de punteado, nada de vetas, nada, tintes planos pero que armonizan.

No sé lo que emprenderé después, porque tengo la vista fatigada todavía.

Y en estos momentos, precisamente después del trabajo duro y más que duro,

siento también la cabeza vacía.

Y si quisiera dejarme llevar por esto, nada me sería más fácil que detestar lo que

termino de hacer y darle de puntapiés como el padre Cézanne. En fin, ¿por qué darle

de puntapiés? Dejemos los estudios tranquilos a menos que no les encontremos nada

bueno o que les encontremos lo que se llama bueno de verdad, entonces ¡a fe mía!…

tanto mejor.

Es justamente el defecto de los holandeses, tildar una cosa de absolutamente

buena y otra de absolutamente mala. No existe de ningún modo nada tan rígido como

esto.

He leído también Césarine de Richepin; tiene cosas muy buenas; la marcha de los

soldados en desbandada, cómo se siente su fatiga; ¿no marcharemos así también sin

ser soldados algunas veces en la vida? La querella del hijo y del padre es muy

desgarradora; pero es como La liga del mismo Richepin; creo que esto no deja

ninguna esperanza, mientras que Guy de Maupassant, que ha escrito cosas de verdad

tan tristes, al final hace acabar las cosas más humanamente. Monsieur Parent, incluso

Pedro y Juan, que aunque no terminan con la felicidad, la gente se resigna y continúa

igual. En una palabra, no termina con sangre ni con tantas atrocidades como esto,

¡vaya! Prefiero mucho más a Guy de Maupassant que a Richepin, porque es más

consolador. Actualmente acabo de leer Eugenia Grandet de Balzac, la historia de un

aldeano avaro.

He hecho instalar el gas en el taller y en la cocina, lo que me cuesta 25 francos de

instalaciones. Si Gauguin y yo trabajamos una quincena todas las tardes, ¿no los

recuperaremos? Solamente que como por otra parte Gauguin puede dejarse caer uno

de estos días, aún necesitaré absolutamente unos 50 francos por lo menos.

No estoy enfermo, pero sin la menor duda, llegaré a estarlo, si no tomo una fuerte

alimentación y no dejo de pintar durante algunos días. En fin, vuelvo a verme

reducido al caso de la locura de Hugue van der Goes en el cuadro de Emile Wauters.

Y si no fuera porque tengo una naturaleza un poco dual, como la que resultaría de la

unión de un monje y un pintor, viviría y eso desde hace ya tiempo, reducido

enteramente al caso mencionado más arriba.

En fin, aun entonces no creo que mi locura sea la de persecución, ya que mis

sentimientos en estado de exaltación desembocan más bien en las preocupaciones de

la eternidad y de la vida eterna.

Pero asimismo, es preciso que desconfíe de mis nervios, etcétera.

He aquí un croquis muy vago de mi última tela; una fila de cipreses verdes contra

un cielo rosa, con un cuarto creciente limón pálido. En primer plano, un terreno

yermo, arena y algunos cardos. Dos enamorados; el hombre, azul pálido y sombrero

amarillo; la mujer, con un corpiño rosa y una falda negra. Esta, hace la cuarta tela del

Jardín del poeta, que es la descoronación del cuarto de Gauguin. Me causa horror

tener todavía que pedirte dinero, pero no puedo hacer nada y aun así sigo todavía

abrumado. Sin embargo, creo que el trabajo que hago gastando un poco más, nos

parecerá un día más barato que el anterior.

Gracias por tu carta y por el billete de 50 francos. Como ya sabrás por mi

telegrama, Gauguin ha llegado bien de salud.

Hasta me da la impresión de que se encuentra mejor que yo.

Está muy contento, naturalmente, de la venta que has hecho; y yo igual, ya que

así ciertos gastos todavía absolutamente necesarios para la instalación no tienen ni

necesidad de esperar ni recaerán sobre su espalda solamente. Gauguin te escribirá

hoy, con seguridad. Es muy interesante como hombre y tengo plena confianza de que

con él haremos una porción de cosas. Probablemente, aquí producirá mucho y espero

que yo también, quizás.

Y entonces me atrevo a creer que para ti el fardo será un poco menos pesado, y

hasta me animo a decir mucho menos pesado.

Yo siento, hasta el extremo de quedar moralmente aplastado y físicamente

aniquilado, la necesidad de producir; precisamente porque en resumen no tengo otro

medio de llegar a compensar nuestros gastos.

Y no puedo hacer nada, ante el hecho de que mis cuadros no se vendan.

Llegará un día sin embargo, en que se verá que esto vale más que el precio que

nos cuestan el color y mi vida, en verdad muy pobre.

No tengo más deseo ni más preocupación en cuestión de dinero o de finanzas, que

suprimir deudas.

Pero, querido hermano, mi deuda es tan grande, que cuando la haya pagado, cosa

que pienso llegar a hacer, el mal de producir cuadros me habrá robado la vida y me

parecerá no haber vivido. Tal vez sólo ocurra que la producción de cuadros me resulte

un poco más difícil; y en cuanto al número no siempre serán tantos.

Que esto no se venda ahora, me causa la misma angustia que tú sufres, pero para

mí, en caso de que te molestara demasiado que no te entregase nada, vendría a ser lo

mismo.

Pero en finanzas me es suficiente saber esta verdad: que un hombre que vive 50

años y gasta dos mil por año, gasta cien mil francos y es necesario que aporte también

cien mil. Hacer mil cuadros a cien francos, durante una vida de artista, es muy, muy

duro, pero cuando el cuadro es a cien francos… y aún… nuestra tarea es a veces tan

pesada. Pero esto sí que no se puede cambiar.

Probablemente dejaremos a Tasset, porque vamos, por lo menos en gran parte, a

servirnos de colores más baratos, tanto Gauguin como yo. En cuanto a la tela, vamos

a prepararla nosotros mismos. He tenido por un momento la sensación de que iba a

caer enfermo; pero la llegada de Gauguin me ha distraído en tal forma que estoy

seguro de que se me pasará. Es necesario que no descuide mi alimentación durante un

tiempo y esto es todo y absolutamente todo.


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