Querido tío, su carta —que he estado esperando mucho tiempo— llegó finalmente hoy. ¿No recuerda que le escribí dos veces al dejar Londres y que le envié un telegrama en el que le prometía escribirle en cuanto tuviese tiempo? No importa. Recibí de nuevo dos cartas de Simo y él ha prometido que usted escribiría en cuanto tuviese tiempo. Desde que llegué, he logrado muchas cosas. Mis máquinas iluminaron la Exhibición (Exposición Colombina, Chicago). Como mínimo, mis inventos fueron los que tuvieron mayor resonancia en toda la exposición, y ya le dije que mi sistema se utilizará en las cataratas del Niágara; también se lo comuniqué al congreso de inventores en Chicago. He dictado conferencias sobre mis últimos trabajos. Se trata de máquinas con un nuevo sistema de vapor para producir electricidad. Mis conferencias causaron una impresión inexplicable. Es difícil transmitirle una idea de lo respetado que soy en la comunidad científica de aquí. He recibido muchas cartas de algunas de las mejores mentes, en las que me instan a que no ceje. Ellos dicen que hay suficientes hombres instruidos, pero pocos con ideas. Me inspiran en vez de apartarme de mi trabajo. Me han concedido muchos galardones, y habrá más. Imagínese cómo serán las cosas que hace poco recibí una fotografía de Edison con la anotación: «Para Tesla, de Edison». Ahora mismo, trabajo noche y día en mis máquinas, y espero que se puedan utilizar. Si sobrevivo a esto, no hay duda de que alcanzaré la fama. Eso no me interesa. Me da la sensación de que he conseguido algo de un valor incomensurable para la humanidad y me preocupa que mi energía se agote antes de que lo haya terminado. Aquí se va a publicar un libro en el que se compilarán mis obras escogidas. Se hará cargo uno de los mejores escritores del ámbito técnico; se lo dedica a mis compatriotas. Suyo,
Nikola Tesla
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