top of page
Foto del escritorAmenhotep VII

Sobre la Edad - Hermann Hesse



La vejez es una etapa de nuestra vida y tiene como todas las demás un carácter

propio, una atmósfera y temperatura propias, y sus penas y alegrías. Nosotros, los

viejos de pelo blanco, tenemos, igual que todos nuestros hermanos más jóvenes, una

misión que le da sentido a nuestra existencia; incluso un enfermo de muerte y

moribundo que en su lecho apenas recibe ya la llamada de este mundo tiene su

misión, tiene que cumplir algo importante y necesario. Ser viejo es una misión tan

hermosa y sagrada como ser joven, aprender a morir, y morir es una función tan

importante como cualquier otra, siempre que se lleve a cabo con profundo respeto al

sentido y a su santidad de todo lo que es la vida. Un viejo que sólo odia y teme la

vejez, el pelo blanco y la proximidad de la muerte no es un representante digno de esa

etapa de la vida, igual que no lo es una persona joven y fuerte que odia y trata de

rehuir su oficio y su trabajo cotidiano.

En una palabra: para cumplir como viejo su sentido y desempeñar su misión, hay

que estar de acuerdo con la edad, con todo lo que trae consigo, y afirmarlo. Sin éste

sí, sin esta entrega a aquello que exige de nosotros la naturaleza, se pierde el valor y

el sentido de nuestros días —ya seamos viejos o jóvenes— y engañamos a la vida.

Todo el mundo sabe que la vejez trae fatigas y que al final está la muerte. Año

tras año hay que hacer sacrificios y renuncias. Hay que aprender a desconfiar de los

sentidos y de las fuerzas. El camino que hasta hacía poco era un pequeño paseo se

hace largo y fatigoso y un día ya no lo podemos recorrer. Tenemos que renunciar a

los manjares que tanto nos han gustado durante toda la vida. Las alegrías y placeres

del cuerpo se van haciendo más raros y el precio que tenemos que pagar por ellos es

cada vez más alto. Y luego todos los achaques y enfermedades, la debilitación de los

sentidos, el quebranto de los órganos, los numerosos dolores, sobre todo en las

noches, a veces tan largas y angustiosas, todo eso no se puede negar, es la amarga

realidad. Pero sería mezquino y triste abandonarse únicamente a este proceso de

decadencia y no ver que la vejez tiene también su lado bueno, sus ventajas, sus

fuentes de consuelo y alegrías. Cuando se encuentran dos ancianos no deberían hablar

sólo de la maldita gota, de los miembros rígidos y de la sensación de ahogo al subir

las escaleras, no deberían intercambiar sólo sus sufrimientos y disgustos, sino

también sus vivencias y experiencias divertidas y consoladoras. Y de éstas hay

muchas.

Al recordar este lado positivo y hermoso de la vida de los viejos y pensar que

nosotros los del pelo blanco también conocemos fuentes de fuerza, de paciencia, de

alegría, que no juegan ningún papel en la vida de los jóvenes, no me corresponde

hablar de los consuelos de la religión y la Iglesia. Esto es cosa de los sacerdotes.

Puedo sí puedo enumerar agradecido algunos de los dones que nos depara la vejez. El

más valioso para mí es el tesoro de imágenes que uno lleva en la memoria después de

una vida larga y hacia las que uno, disminuidas ya las otras actividades, recurre con

un interés completamente distinto al de antes. Figuras y rostros humanos, que ya no

están en el mundo desde hace sesenta y setenta años, siguen viviendo en nosotros,

nos pertenecen, nos hacen compañía, nos contemplan con ojos vivos. Casas, jardines,

ciudades, que han desaparecido o cambiado por completo, aparecen ante nosotros

intactos como en otros tiempos, y montañas y costas lejanas que vimos hace algunas

décadas en nuestros viajes, las volvemos a encontrar frescas y llenas de color en

nuestro álbum de estampas. Mirar, observar, contemplar, se convierte cada vez más

en una costumbre y un ejercicio, y sin darnos cuenta el estado de ánimo y la actitud

del que contempla penetra todo nuestro comportamiento. Perseguidos por los deseos,

los sueños, la ambición, las pasiones, hemos corrido, como la mayoría de los seres

humanos, a través de los años y las décadas de nuestra vida, impacientes, inquietos,

ansiosos, agitados violentamente por satisfacciones y desilusiones, y hoy, hojeando

con cuidado el gran libro de nuestra vida, nos asombramos de lo bonito y bueno que

puede ser haber escapado a aquella carrera y persecución y haber entrado en la vida

contemplativa. Aquí, en este jardín de los ancianos, florecen algunas flores que antes

apenas habíamos pensado en cuidar. Ahí florece la flor de la paciencia, una planta

noble; nos volvemos más serenos, más tolerantes, y cuanto menos es nuestro deseo de

intervenir y actuar, mayor es nuestra capacidad de mirar y escuchar la vida de la

naturaleza y la del prójimo, de dejarla pasar delante de nosotros sin crítica y con un

asombro siempre nuevo por su multiplicidad, a veces con simpatía y callad pesar, a

veces con risa, verdadera alegría, con humor.

El otro día estaba en mi jardín, tenía encendido un fuego que alimentaba con las

hojas y ramas secas. Pasó junto al seto de oxiacanta una anciana que rondaba

probablemente los ochenta años, se detuvo y se quedó mirándome. Yo saludé, ella rió

y dijo: «Hace usted muy bien en encender esa fogata. A nuestra edad hay que ir ya

congraciándose con el infierno». De este modo surgió el tono para una conversación

en la que nos quejamos mutuamente de toda clase de males y sufrimientos, pero

siempre en tono de broma. Y al final nos confesamos que en el fondo no éramos tan

terriblemente viejos y que casi no deberíamos ser considerados verdaderos ancianos,

mientras viviese en nuestra aldea nuestra decana, la centenaria.

Cuando los jóvenes se ríen a nuestras espaldas con la superioridad de su fuerza y

su ignorancia y encuentran ridículos nuestro torpe andar, nuestros escasos pelos

blancos y nuestros cuellos llenos de tendones, recordamos que en otros tiempos,

cuando teníamos la misma fuerza e ignorancia, también nos reíamos, y no nos

sentimos inferiores ni derrotados, sino que nos alegramos de haber salido de esa etapa

de la vida y alcanzado un poco más de prudencia y tolerancia.


27 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page