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Foto del escritorAmenhotep VII

El Conocimiento - Francisco López-Seivane



La gran protagonista de la evolución es la experiencia. A través de ella las

especies aprenden, desarrollan el instinto y avanzan. El hombre posee una

cualidad única que le aventaja sobre las criaturas inferiores: el lenguaje —

hablado y escrito— que le permite transmitir sus experiencias y recibir información

de otros. El cerebro humano ha desarrollado mecanismos capaces de procesar,

memorizar y reproducir información. Esta habilidad ha contribuido grandemente a la

evolución de nuestra especie y ha acelerado el sistema de aprendizaje, pero…

Sólo se sabe lo que se experimenta. La información no es más que un sistema de

referencias que sólo puede resultar de gran ayuda en el análisis y asimilación de

nuestras propias vivencias, pero que no es, en sí misma, una fuente de sabiduría. Esto

parece ignorarlo el sistema de educación occidental que atesta de información al

individuo y sólo considera aventajado a quien es capaz de almacenar y reproducir

más datos. Corremos el peligro de descuidar el cultivo de las facultades superiores de

la mente, al potenciar excesivamente los mecanismos automáticos cerebrales que

realizan funciones semejantes a las de los procesadores.

Por otra parte, aceptar como verdad última la información recibida es el paso

definitivo para la robotización del ser humano. Y no deja de ser irónico que esto

ocurra bajo el señuelo de la libertad. El mundo está plagado de ingenuos que creen

que nadan en un océano de libertad sólo porque se les otorga el derecho a tomar

pequeñas opciones, mientras se les condiciona culturalmente desde la infancia por

medio de la información. La información es útil cuando el individuo puede filtrarla

con ayuda de la discriminación y metabolizarla con la propia experiencia. En todos

los demás casos constituye una programación, un lavado de cerebro. La persona

informada, como las computadoras de la quinta generación, parece muy inteligente,

pero no lo es. En cambio, sí resulta útil al cumplir fielmente las funciones para las

que ha sido programada. Mientras no haya una individualidad soberana que utilice

inteligentemente la información en lugar de mimetizarse con ella, el hombre no será

libre por más que muchos proclamen la libertad como bandera. Creérselo forma parte

del programa.

Hay campos en los que la información transmite el conocimiento práctico

acumulado por la especie y es extraordinariamente útil. Pero hay otros, que la mente

tiende a aceptar con la misma reverencia casi religiosa, en los que la información no

es más que la interpretación subjetiva de la experiencia de otra persona. Aquí es

donde la discriminación ha de intervenir de manera implacable.

El conocimiento es la esencia que las facultades superiores de la mente liban en

cada experiencia, mientras que la información es el relato de esa vivencia. Sin

experiencia no hay auténtico conocimiento, y sin éste, no hay libertad posible.

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