Gibraltar
11 agosto 1809
Querida madre:
He estado tan ocupado desde que salí de Inglaterra que me he abstenido de
dirigirme a usted hasta que pudiese escribirle con un mínimo de calma. — Ahora que
he atravesado Portugal & una parte respetable de España, & que dispongo de tiempo
aquí en esta plaza trataré de referirle mis movimientos con algún detalle. —Zarpamos
de Falmouth el 2 de julio, llegamos a Lisboa tras hacer una travesía muy tranquila
que duró cuatro días y medio, y nos instalamos durante una temporada en esa ciudad.
— Se habla a menudo de Lisboa y realmente no es para tanto, pues, excepto el
panorama que se ve desde el Tajo que es muy hermoso, y algunas iglesias &
conventos de cierto interés poco tiene salvo calles puercas & vecinos más puercos
todavía. — En compensación el pueblo de Sintra a unas quince millas de la capital es,
puede que en todo, el más agradable de Europa, tiene cosas preciosas de todo tipo,
tanto naturales como artificiales, Palacios y jardines que surgen en medio de los
peñascos, cataratas, y precipicios, conventos erigidos en alturas asombrosas, vistas
del mar y el Tajo en la lejanía, y además (aunque esto sea secundario) destaca como
escenario que fue de la convención de Sir H.D. El pueblo combina en sí mismo
toda la rusticidad de las Tierras Altas del levante escocés con el verdor del mediodía
francés. Cerca de este lugar a unas diez millas a la derecha está el palacio de Mafra el
orgullo de Portugal, como podría serlo de cualquier otro país, en punto a ostentación
sin elegancia, hay un convento anejo, los frailes que se embolsan pingües réditos son
bastante corteses, & entienden latín, de modo que mantuvimos una larga
conversación, tienen una gran Biblioteca & preguntaron si los ingleses tenían libros
en su país.—— Envié mi equipaje & parte de los criados a Gibraltar por vía
marítima, y viajé a caballo desde Aldeia Galega (la primera etapa desde Lisboa a la
que solo se puede acceder por mar) hasta Sevilla (una de las ciudades más famosas de
España sede del actual Gobierno que llaman la Junta) la distancia hasta Sevilla es de
cerca de cuatrocientas millas, & hasta Cádiz casi otras noventa bajando hacia la
Costa. —Yo tenía salvoconductos del Gobierno & gocé de todo tipo de facilidades de
alojamiento durante el viaje, pues un noble inglés de uniforme inglés es un personaje
muy respetable a la sazón en España. Los caballos son francamente buenos, y las
carreteras (se lo juro por mi honor, pues sé que no le resultará fácil creerlo)
infinitamente superiores a las mejores carreteras inglesas, sin el menor peaje o
portazgo, dará usted por bueno lo que le digo si cae en la cuenta de que corrí la posta
hasta Sevilla en cuatro días, cruzando este país reseco en mitad de la canícula, sin
mayor fatiga ni molestia. —Sevilla es una hermosa ciudad, aunque las calles son
estrechas están limpias, nos alojamos en casa de dos señoras españolas solteras,
que son dueñas de seis casas en Sevilla, y me dieron una muestra muy curiosa de las
costumbres españolas. —Son mujeres de carácter, y la mayor es una hermosa dama,
la más joven es bonita pero no de tan buen tipo como Doña Josefa, la libertad de que
gozan las mujeres que aquí es algo generalizado me asombró no poco, y ulteriores
pesquisas me llevaron a deducir que el recato no es precisamente la característica
distintiva de las belles españolas, que son en general muy guapas, con grandes ojos
negros, y formas esculturales. — La mayor tuvo a bien honrar al indigno hijo de
usted con muy particulares atenciones, abrazándole y besándole tiernamente cuando
llegó la hora de partir (solo estuve allí 3 días) tras cortarle un mechón del pelo, &
obsequiarle con uno propio de tres pies de largo, que le envío, y ruego guarde hasta
mi vuelta . —Sus últimas palabras fueron «¡Adió tu hermoso! me gusto mucho».
—Me ofreció compartir sus aposentos, ofrecimiento que mi virtud me indujo a
declinar, se echó a reír y me dijo que seguro que tenía alguna «Amante» inglesa,
añadiendo que estaba prometida e iba a casarse con un oficial del ejército español. —
Dejé Sevilla ¡y seguí a caballo hasta Cádiz! atravesando una hermosa comarca, en
Jerez donde hacen el sherry que bebemos conocí a un próspero bodeguero, un tal
Míster Gordon de Escocia, que estuvo sumamente cortés y me obsequió con una
Inspección de sus bodegas & cavas, de modo que bebí alegre del Manantial. —
¡Cádiz, dulce Cádiz! es la ciudad más encantadora que haya visto jamás,
completamente diferente en todo a nuestras ciudades inglesas salvo en limpieza (y no
está más sucio que Londres), pero aun así es una hermosura, y está a rebosar de las
mujeres más guapas de España, pues las belles gaditanas son como las hechiceras de
Lancashire de su tierra. —Justo cuando empezaban a presentarme en sociedad y
yo a tomar gusto por los grandes, me vi forzado a mudar Cádiz por esta plaza
execrable, pero antes de volver a Inglaterra lo visitaré de nuevo. — La noche anterior
a mi partida compartí palco en la ópera con el almirante Córdoba y su familia, se trata
del marino a quien Lord St. Vincent infligió una derrota en 1797, y tiene una
esposa entrada en años y una guapa hija. ——— La señorita Córdoba, la muchacha,
es muy bonita al estilo español, bajo mi punto de vista en modo alguno inferior al
inglés en encantos, y de todo punto superior en embrujo. —Largos cabellos negros,
ojos lánguidos y oscuros, cutis ligeramente aceitunado y, al moverse, las formas más
airosas que concebirse puedan por parte de un inglés hecho al aire apático y
amodorrado de sus paisanas, todo eso, más la ropa mejor aparejada & a la vez más
decente del mundo, convierten en irresistible a una belleza española. Permítame
decirle que aquí los Amoríos son la cosa más normal del mundo, cuando las mujeres
se casan echan por la borda cualquier tipo de recato, aunque creo que de solteras son
más castas. —Una insinuación de las que en Inglaterra te cuestan que la más mansa
de las doncellas te estampe un bofetón en la oreja, si se la haces a una muchacha
española te da las gracias por el honor que le concedes, y te replica «espera a que esté
casada, & encantada». —Esto es literal & estrictamente verídico. —La señorita C. &
su hermano pequeño entendían algo de francés, y tras lamentar mi desconocimiento
del español ella se ofreció a darme clases de ese idioma; solo pude contestar con una
profunda inclinación de cabeza, y expresar mi disgusto por tener que dejar Cádiz
demasiado pronto para permitirme hacer los progresos que con tan adorable
preceptora adornarían sin duda mis estudios; me encontraba de pie al fondo del palco,
que es parecido a nuestros palcos de ópera (el teatro es grande y primorosamente
decorado, la música excelente) según solemos hacer los ingleses para no ocasionar
molestias a las damas que se sientan delante, cuando esta belleza española le quitó el
asiento a una señora mayor (una tía o un aya), y me mandó sentarme a su lado, a una
considerable distancia de su mamá. —— Al concluir la función me retiré, y estaba
parado con un grupo de hombres en el pasillo, cuando «en passant» la Joven se
volvió y me llamó, & tuve el honor de acompañarla a la mansión del Almirante. —
Me han invitado cuando pase de vuelta por Cádiz, y aceptaré la invitación si atravieso
de nuevo el país a mi retorno de Asia. — Me he encontrado con Sir John Carr,
caballero andante, en Sevilla & Cádiz, es una persona agradable. —Me encantan los
españoles, le habrán llegado noticias de la batalla librada cerca de Madrid, & en
Inglaterra lo calificarán de victoria, ¡menuda victoria! doscientos oficiales y 5000
hombres muertos, todos ingleses, y los franceses tan fuertes como siempre. ——
Debería haberme alistado en el ejército pero no tenemos tiempo que perder antes de
subir por el Mediterráneo & el Egeo, —— mañana voy a cruzar a África, son solo
seis millas desde esta Plaza Fuerte. —La próxima etapa es Cagliari en Cerdeña,
donde seré presentado a Su C. Majestad. Para vestirme de gala tengo un soberbio
uniforme, indispensable cuando se va de viaje. —
Comments