11 de septiembre de 1929
Ophelinha:
Me gustó de corazón su carta, y en verdad no veo que la fotografía de un
maleante cualquiera, por más que ese maleante sea el hermano gemelo que no
tengo, resulte motivo de agradecimiento. ¿Acaso una sombra borracha ocupa
un lugar en sus recuerdos?
A mi exilio, que soy yo mismo, su carta llega como una alegría familiar, y
soy yo quien tiene que agradecer, pequeña.
Aprovecho la ocasión para pedirle disculpas por tres cosas, que son la
misma, y de las que no he tenido culpa. Porque tres veces la he encontrado y
no la he saludado, porque no la vi bien o, mejor dicho, a tiempo. Una vez fue
hace ya mucho, en la rua do Ouro y por la noche, iba Ophelinha con un
muchacho que supuse era su pretendiente o su novio, pero en realidad no sé si
era lo que era justo que fuese. Las otras dos veces fueron recientes, y
sucedieron en el tranvía que ambos tomamos y que acaba en la Estrela. La vi,
una de las veces, apenas de soslayo, y es que los desgraciados que usan
anteojos suelen tener un soslayo imperfecto.
Otra cosa… No, no es nada, boca dulce…
Fernando
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