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Foto del escritorAmenhotep VII

El Paraíso Perdido - John Milton


Avanzaba el Alba por el este con rosáceo paso,

Esparciendo por tierra perla oriente,

Cuando Adán se despertó, siguiendo su costumbre,

Pues tenía el sueño tan ligero, por la pura digestión

Y los vapores blandos, temperados, que el sonido sólo

De las hojas y arroyos neblinosos, ventalle de la Aurora,

Enseguida lo ahuyentaban, y el chirrido matinal

De pájaros en cada rama. Tanto más su asombro,

Pues, al hallar a Eva aún dormida,

Con cabellos descompuestos y mejilla sonrojada

Como por descando inquieto: apoyándose en el codo,

Alzado a medias, con miradas de profundo amor,

Se recostó sobre ella cautivado y vio

Belleza que irradiaba, ya despierta ya dormida,

Gracia peculiar; después, con voz tranquila,

Como cuando a Flora Céfiro le sopla1,

Tocándole la mano dulce susurró: "Despierta,

Bella mía, mi mujer, mi don reciente,

El postrero y el mejor del Cielo, mi deleite siempre nuevo.

Despierta, la mañana brilla, fresco el campo

Nos reclama, nos perdemos la alborada: el brotar

De nuestras plantas, florecer del limonar,

El goteo de la mirra, de los bálsamos

Y cómo la Natura pinta sus colores, cómo pausa

En la flor la abeja succionando líquida dulzura".

Tal susurro la despierta; mas con ojos asustados,

Abrazándose a Adán, así le habla:

"Oh único en quien mis pensamientos se reposan,

Perfección y gloria mías, qué alegría ver

Tu rostro y el tornado amanecer, pues esta noche

-Noche como ésta nunca tuve- he soñado

-Si soñé-, no como siempre, cosas tuyas,

La labor cumplida ayer, la que hacer mañana,

Sino ofensas y conflicto, que mi mente

Nunca viera hasta esta noche inoportuna; parecía

Que alguien al oído me invitaba a caminar

Con voz gentil (pensé la tuya) que decía:

"¿Por qué duermes, Eva? Ésta es la hora grata,

Fresca, silenciosa, salvo allí donde el silencio cede

Ante el ave de nocturno trino que, despierta ahora,

Extrema la dulzura de su canto pasional; ahora reina

Pletórica la Luna, y con luz más plácida

La faz asombra de las cosas; mas en vano,

Cuando nadie mira; vela el Cielo, todo ojos,

Contemplándote, ¿y a quién sino al capricho de Natura,

En cuya imagen toda cosa se complace,

Arrobada por seguir mirándote?".

Me levanté cual si llamases, sin hallarte,

Y por hallarte dirigí mis pasos luego;

Y creí pasar a solas por senderos

Que de pronto me llevaron a ese Árbol

De prohibida Ciencia: muy hermoso parecía,

Más hermoso en sueños que de día;

Y mientras lo miraba con asombro, cerca había

Uno con figura y alas como esos de los Cielos

Que a menudo vemos; sus rorantes aladares

Destilaban ambrosía; también el Árbol él miraba;

Y "Oh hermosa planta -dijo- abundante en fruto,

¿No hay nadie que tu peso alivie y pruebe tu dulzor?

¿Ni Dios, ni hombre? ¿Tanto se desdeña el conocer?

¿O envidia, o reserva alguna, vedan degustarte?

Védelo quien quiera, que ninguno ha de privarme más

De tus presentes: ¿qué harías tú aquí, si no?".

Dicho esto no pausó, sino con brazo temerario

Arrancó, probó. Un frío horror me recorrió al oír

Palabras tan audaces rubricadas con audacia tal;

Mas él, arrebatado: "Oh divino fruto,

Dulce por ti mismo y aun más dulce así cogido,

Prohibido aquí, parece, cual si sólo apto para Dioses,

Mas capaz de convertir en Dioses a los Hombres:

¿Y por qué no en Dioses a los Hombres, pues el bien,

Cuanto más se extiende, crece más fecundo

Y el Autor recibe más, no menos, honra?

Ven, feliz criatura, bella Eva angélica,

Participa tú también, dichosa como eres

Más dichosa habrás de ser: más digna, no es posible.

Prueba de esto y, desde ahora entre los Dioses,

Diosa sé tú misma, no a la Tierra limitada:

A veces, cual nosotros, vive por los aires,

Otras sube al Cielo, por tus méritos, y ve

Qué vida ahí los dioses tienen, y tú vívela también".

Diciendo esto vino a mí y me ofreció,

A los labios me ofreció, parte de ese fruto

Que arrancara; el sabroso aroma placentero

Tanto me avivó el deseo que, pensé,

Tenía que probarlo. Al instante yo a las nubes

Ascendí con él, y abajo contemplé

La Tierra inmensa, un extenso panorama

Y muy diverso, sorprendida de mi vuelo y cambio

A tal exaltación. De pronto,

Ya mi guía me faltaba y, creyendo hundirme,

Caí dormida; pero qué contenta desperté

Y vi que fuera sólo un sueño. [...]

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