Si el fuego con el fuego no perece ni hay río al que la lluvia haya secado, pues lo igual por lo igual es ayudado, y a menudo un contrario al otro acrece, Amor -que un alma en dos cuerpos guarece-, si has siempre nuestras mentes gobernado, ¿qué haces tú que, de moda desusado, con más querer, así el de ella decrece? Tal vez igual que el Nilo que, cayendo desde muy alto, su contorno atruena, o cual sol que, al mirarlo, está ofuscando, el deseo que consigo no consuena, en su objeto extremado va cediendo y, al espolear demás, se va frenando.
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