Es como si una puerta se abriera entre las nubes, para que pase muerta la reina de la noche. ¡Oh, duerme, duerme en paz entre miles de antorchas, bajo tu tumba azul y el sudario de plata, en tu gran mausoleo, bóveda de los cielos, tú, dulce y adorada soberana nocturna! El mundo en su extensión yace bajo la escarcha, que reviste de un velo de luz pueblos y campos; el aire centellea y albos como la cal brillan los edificios, las ruinas solitarias. El cementerio, mudo, de cruces rotas, vela; sobre una cruz, parada, hay, gris, una lechuza, el campanario cruje, los pilares resuenan, y el demonio, diáfano, atravesando el aire, roza muy tenuemente el bronce con sus alas, arrancando un gemido, una ola de dolor. La iglesia desplomada se mantiene piadosa y triste y muda y vieja, y a través de sus vidrios rotos el viento silba; se dijera un ensalmo del que se oyen palabras. Dentro, sobre los muros antes llenos de iconos, apenas los contornos de su sombra han quedado, y como sacerdote, un grillo va tejiendo su idea oscura mientras una polilla dobla.
Fue la fe quien pintó de iconos las iglesias, ella quien a mi alma llenó de cuentos mágicos, pero la tempestad y el vaivén de la vida apenas me dejaron huellas tristes y sombras. En vano busco hoy mi mundo en mi cerebro porque herrumbroso y viejo sólo en él canta un grillo; bate mi corazón debajo de mi mano igual que una carcoma mordiendo un ataúd. Cuando pienso en mi vida, la veo que resbala lentamente contada por labios extranjeros, como si no fue mía, como si no he existido. ¿Quién es este que cuenta de memoria mi vida tan bien que hasta lo escucho y río del dolor como si fuese ajeno?… Hace tiempo estoy muerto.
留言