Como en embriagadora especería
desata sin ruido en la fluidez clara
del espejo sus fatigados gestos;
e introduce allí dentro su sonrisa.
Y aguarda hasta que de todo eso ascienda
el líquido; luego vierte el cabello
en el espejo y, alzando los hombros
maravillosos del traje de noche,
bebe callada de su imagen. Bebe
lo que una amante en éxtasis bebiera,
inquiriendo desconfiada; y hace
un guiño a su doncella, si ve luces
sobre el fondo del espejo, roperos,
y lo turbio de una hora trasnochada.
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