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Foto del escritorAmenhotep VII

El Joven a sus Juiciosos Consejeros - Friedrich Hölderlin



¿Pretendéis que me apacigüe? ¿Que domine


este amor ardiente y gozoso, este impulso


hacia la verdad suprema? ¿Que cante


mi canto del cisne al borde del sepulcro


donde os complacéis en encerrarnos vivos?


¡Perdonadme!, mas no obstante el poderoso impulso que lo arrastra


el oleaje surgente de la vida


hierve impaciente en su angosto lecho


hasta el día en que descansar en su mar natal.



La viña desdeña los frescos valles,


los afortunados jardines de la Hesperia


sólo dan frutos de oro bajo el ardor del relámpago


que penetra como flecha el corazón de la tierra.


¿Por qué moderar el fuego de mi alma


que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce?


¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme


mi elemento de fuego, a mí que sólo puedo vivir en el combate?



La vida no está dedicada a la muerte,


ni al letargo el dios que nos inflama.


El sublime genio que nos llega del Éter


no nació para el yugo.


Baja hacia nosotros, se sumerge, se baña


en el torrente del siglo; y dichosa, la náyade


arrastra por un momento al nadador,


que muy pronto se sumerge, su cabeza ceñida de luces.



¡Renunciad al placer de rebajar lo grande!


¡No habléis de vuestra felicidad!


¡No plantéis el cedro en vuestros potes de arcilla!


¡No toméis al Espíritu por vuestro siervo!


¡No intentéis detener los corceles del sol


y dejad que las estrellas prosigan su trayecto!


¡Y a mí, no me aconsejéis que me someta,


no pretendáis que sirva a los esclavos!



Y si no podéis soportar la hermosura,


hacedle una guerra abierta, eficaz.


Antaño se clavaba en la cruz al inspirado,


hoy lo asesinan con juiciosos e insinuantes consejos.


¡Cuántos habéis logrado someter


al imperio de la necesidad! ¡Cuántas veces


retuvisteis al arriesgado juerguista en la playa


cuando iba a embarcarse lleno de esperanza


para las iluminadas orillas del Oriente!



Es inútil: esta época estéril no me retendrá.


Mi siglo es para mí un azote.


Yo aspiro a los campos verdes de la vida


y al cielo del entusiasmo.


Enterrad, oh muertos, a vuestros muertos,


celebrad la labor del hombre, e insultadme.


Pero en mí madura, tal como mi corazón lo quiere,


la bella, la vida Naturaleza.

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