Cuando baña mi lecho luz de luna,
bien sé que en el lugar de tu reposo,
junto al agua anchurosa de poniente,
derrámase una gloria en las murallas:
entre las sombras surge tu mármol reluciente,
al deslizarse, lenta, una llama de plata,
aclarando las letras de tu nombre,
la cifra de tus años.
El místico esplendor flota y se aleja:
en mi lecho se apagan las luces de la luna
y, cerrando los ojos fatigados,
duermo hasta que el crepúsculo se sumerge en sus grises;
y entonces sé que ya la bruma flota,
como velo traslúcido, de ribera a ribera,
y en el oscuro templo, al modo de un espíritu,
centellea tu lápida a la aurora.
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