Consuelo del universo – ¿dónde te ocultas?
Ya está encargada hace tiempo – tu habitación,
Anhelan todos bien pronto ya verte
Y abren el pecho ya a tu bendición.
Arrójale de ti, Padre – violentamente;
Que de tu brazo al mundo – venga a caer.
Largos siglos su amor y su inocencia
Lejos del mundo hiciéronle esconder.
Despréndase de los tuyos – a nuestros brazos,
Que de tu aliento divino – cálido esté;
Mándale dentro de grávidas nubes
Y al fin nuestro suelo huelle su pie.
Mándale en frescos raudales – al mundo estéril
Fulmínale cual un fuego – deslumbrador;
Aire y perfume, música y rocío,
Embébase la tierra de su amor.
Así serás dirimida – oh, ¡santa lucha!
Así serás aplacada – ¡rabia infernal!
Y siempre en flor nos sonreirá de nuevo
El antiguo paraíso terrenal.
Ya la tierra se remoza – ya reverdece;
Llena a todos del Espíritu – el sacro ardor
De gozo henchido dispones el pecho
A acoger amoroso al Salvador.
Ya se retira el invierno; – un nuevo año
Hoy se llega del pesebre – cabe al altar:
El primer año es que el mundo mismo
El Niño se ha atrevido a reclamar.
Al Salvador que se acerca – ya ven los ojos,
Esos ojos ya tan llenos del Salvador
Entre las flores que ciñen su frente
Miran los suyos con sin par dulzor.
Él es el sol y la estrella – para nosotros;
Es él de la vida eterna – fuente gentil,
En la mar, en la luz, plantas y piedras
Brilla y sonríe su faz infantil.
En parte y en cosa alguna – jamás descansa
Su amor inconmensurable – su obra de paz
A todo pecho, sin que éste lo advierta,
Él se pliega y adhiérese tenaz.
Todo un Dios para nosotros – para sí un niño,
Ámanos con la más tierna solicitud;
Nuestro alimento es él, nuestra bebida;
Fieles hemos de serle en gratitud.
La humana miseria crece – de día en día;
Un clamor alza el hombre – en su estrechez:
Oh, Padre, deja partir al Amado
Y entre nosotros veámosle otra vez.
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