Padre, que en Cielo y Tierra eres monarca,
Sacrosanto, inmortal, fuente de vida,
Cura a tu siervo la enconada herida.
Borre tu mano la infamante marca.
Me vejan sin razón. Mi frágil barca
Corre a perderse sin piedad, hundida.
Devuélveme, Señor, la paz perdida;
Dame, nuevo Noé, que entre en el Arca.
Morir por mí te plugo en santo leño,
Y con tu sangre bautizar la tierra.
Cuando el cielo apagó sus luminares.
De mármoles y bronces el diseño
Hice siempre en tu honor. ¡Y me hace guerra
El que tiene mis obras ejemplares!
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