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Foto del escritorAmenhotep VII

Johannes Vermeer van Delft



Vermeer es uno de los artistas más misteriosos de la historia. No se sabe bien como era ni se conocen suficientes detalles de su vida. En cuanto a su obra, solo 30 cuadros se le pueden atribuir con certeza. Si bien el pintor holandés tuvo una fama moderada y tras su muerte dejaría ciertas deudas a su esposa y once hijos, no fue recién hasta dos siglos después que sus obras vieran el estrellato. Este redescubrimiento se le atribuyó, en gran medida, al periodista y crítico de arte frances Théophile Thoré quien escribió una serie de artículos periodísticos muy elogiosos. En cuanto a su vida, se sabe que no sólo fue un extraordinario pintor pero también se dedicó a ser marchante de arte. Se cree que sus obras se daban por encargos específicos por lo que no se sabe cuánto dedicaba realmente a pintar. También se le atribuyo el título de experto en arte italiano, lo que más adelante se vería plasmado en sus obras primeras. Situándonos históricamente en el nacimiento de su arte conocida podemos desatacar lo sucedido en 1654 con el estallo del polvorín de Delft, catástrofe que se extendió por gran parte de la ciudad cobrándose la vida del alumno más aventajado de Rembrandt y maestro de Vermeer, Carel Fabritius, perdiéndose no sólo si cuerpo sino también gran parte de su legado artístico. Algunos años más tarde se comentó que la carrera de Vermeer encarnó en la obra de este reconocido artista. Ciertamente fue en esta época donde pinta uno de los cuadros más antiguos que se han recopilado del autor: “Cristo en casa de Marta y María”. Una pintura con peculiar desvío en comparación a las que resultaron trascendentales ya que tanto el tema como la ejecución difieren bastante de lo recurrente en las obras que lo identificaron a lo largo de la historia. De la misma forma sucedió con “Diana y las ninfas”, trabajos que se terminaron en 1655 y sin dudas agregan un tinte aún más misterioso a su desarrollo artístico. Otro dato sumamente interesante es que Vermeer era católico lo cual sorprende ya que Delft era una ciudad de núcleo protestante en la época. Esto se plasma en su obra “alegoría de la fe”, otra de las obras que difieren de las características recurrentes en lo visto posteriormente del autor. Su única obra fechada y firmada fue “La alcahueta”, concebida en 1656, con una fuerte influencia italiana. Este cuadro parece ser el disparador para la temática que caracterizo al Vermeer por los tiempos, la contemporaneidad. Rasgo al cual se le sumo la simpleza de lo cotidiano exhibida con la más alta belleza como se ve en las 6 obras elegidas por paleta de colores sobre este autor. Cita Van Gogh a Émil Bernard (uno de los grandes maestros del color entre los postimpresionistas): “Es cierto que en el par de cuadros que pintó, se puede encontrar toda la paleta de colores; pero unir el amarillo limón, el azul pálido y el gris claro es tan característico de él, como la armonización del negro, el blanco, el gris y el rosa en Velázquez”.


Compartimos algunas de sus obras:



La joven de la perla

Este cuadro de Johannes Vermeer se especula fue pintado entre 1665 y 1667, realizado con óleo sobre tela y categorizado dentro del estilo Barroco. Recientes escritos sobre Vermeer apuntan a que la imagen era un tronie (nombre que se daba en Holanda en el siglo XVII a las efigies peculiares o expresivas, de uso decorativo) que no tenían intención de ser un retrato identificable y que en muchos casos los pintores producían para demostrar su pericia. La atmósfera serena, intimista, delicada, que logra Vermeer en sus obras, se debe fundamentalmente a la actitud de los personajes y al virtuosismo del artista en el manejo de la iluminación. Pero hay algo que también contribuye a la delicadeza, a la exquisitez de la imagen: la novedosa y osada combinación de ciertos colores que vemos en gran parte de su obra. El artista usa entre otros el azul ultramar, el pigmento más caro que existía, aunque sabemos que en esa época Vermeer no pasaba por una situación económica demasiado desahogada. Pintaba un promedio de solo dos cuadros al año.


Alegoría de la pintura Se cree que esta misteriosa obra se pintó alrededor de 1666, realizandose al óleo sobre lienzo y es la tercera mas grande dentro de lo conocido del artista después de las obras jóvenes "Cristo en la casa de Marta y María" y "La alcahueta". Muchos expertos de arte creen que la obra es una alegoría de la pintura, de ahí el título alternativo de este cuadro. Es el más complejo de los cuadros de Vermeer y según los críticos, una de las obras más logradas del pintor, si no la mayor composición, trabajando en ella durante varios años. Se deduce que es un autorretrato de espaldas. La figura femenina, representando a una musa, se ha propuesto como la hija del pintor, Maria Vermeer. El cuadro se considera una pieza esencial en el catálogo de Vermeer, porque el propio pintor no se separó de él ni lo vendió, ni siquiera cuando tuvo deudas. Luego de la muerte del autor, la pintura permaneció sin descubrir durante un siglo. Sólo por la intervención del ya mencionado erudito francés experto en Vermeer, Théophile Thoré, se reconoció como un original de Vermeer y de ahí comenzó su fama. El cuadro fue exhibido públicamente en Viena por la familia Czernin hasta la invasión de Austria por los nazis en 1939. El conde Jaromir Czernin tenía previsto venderlo a otra persona, pero presionado por Adolf Hitler accedió a ofrecérselo por 2 millones de reichsmarks con destino al gran museo que Hitler pensaba erigir en Linz. Según alegan ahora los descendientes del conde, finalmente el precio pagado fue inferior, ya que los alemanes amenazaron al propietario con enviarle a un campo de concentración. El cuadro fue rescatado de una mina de sal a finales de la Segunda Guerra Mundial en 1945, donde estaba protegido de los bombardeos aliados, con otras obras de arte. Los expertos atribuyen simbolismo a varios aspectos de este cuadro. El tema de la obra es la musa de la historia, Clío. Esto se evidencia en que luce una corona de laurel, sostiene un cuerno (que representa la fama, como encarnación de la celebridad) y lleva un libro (representando el conocimiento), según el texto del siglo XVI de Cesare Ripa sobre emblemas y personificaciones, titulado Iconologia. El águila de dos cabezas, símbolo de la dinastía austriaca de los Habsburgo y anteriores dirigentes de Holanda y entonces reinantes en Flandes, que adorna el candelabro dorado central, puede haber simbolizado la fe Católica y la unión de los Países Bajos. Vermeer era católico converso por matrimonio en una Holanda predominantemente protestante. La ausencia de velas en el candelabro se supone que representaría la supresión de la fe católica. Hay discrepancias sobre la interpretación política y confesional sobre esto, sin embargo. Como corresponde a una alegoría, la luz natural se convierte en luz glorificadora, a través del recurso de la luz intensa que proviene de una ventana invisible, a la izquierda, y que cae directamente sobre la modelo personificando a la musa, que el pintor pinta.



Dama con criada y carta Buscando paralelismos con otras obras, la chaqueta amarilla ribeteada con armiño que viste la mujer protagonista de esta composición se repite en la Mujer de amarillo escribiendo una carta, al igual que los grandes pendientes de perla, la escribanía, el joyero o el manto azul que cubre la mesa. La principal novedad de esta escena la encontramos en la presencia de la criada, que surge de las sombras para entregar a la dama una carta, interrumpiéndola en su escritura. Vermeer utilizó un lienzo grande para esta composición, donde presenta a dos mujeres reflexionando sobre una carta recién llegada. Como muchas de las imágenes de este autor, representando una escena doméstica que explora la relación entre la escritura y la recepción de cartas, tema muy popular en el arte y la literatura de la época. Los gestos de la señora proporcionan la sensación de movimiento en la boca abierta, a punto de hablar, la mano que toca su barbilla y su mirada hacia la criada. Aunque se ha sugerido que el fondo oscuro de la pintura (motivo novedoso en las obras de Vermeer) podía deberse a que el trabajo estaba incompleto en el momento de la muerte de Vermeer, rellenándose para su venta, la reflectografía infrarroja del lienzo, realizada en 2018, refuta esto y revela que Vermeer originalmente incluyó varias figuras en él, posiblemente destinado a representar un tapiz, que luego cubrió para enfocar la atención en la mujer.



Mujer de amarillo escribiendo una carta A menudo se ha sugerido que en su pintura, Vermeer buscaba conceder a sus modelos lo que podía ofrecer a su esposa y familia: la calma y prosperidad. Mujer de amarillo escribiendo una carta se cree completó alrededor de 1665. La obra fue donada a la Galería Nacional de Arte en Washington en 1962 por Harry Waldron Havemeyer y Horace Havemeyer. El museo posee también la obra de Vermeer "La tasadora de perlas". Muchos de los objetos que se ven en la pintura, como el abrigo, el mantel sobre la mesa, y el collar de perlas, aparecen en otras obras de Vermeer. Esto ha llevado a especular sobre la propiedad de los objetos, atribuyéndoselos al autor y su casa e incluso que los personajes de las pinturas eran sus parientes.



La lechera "La lechera", otra publicación en honor al gran artista del siglo de oro holandés, Johannes Vermeer van Delft. Como se viene marcando, los datos sobre este artista son ambiguos y debido a la poca información en su referencia es imposible datar con exactitud sus trabajos motivo por el cual se dirá que el cuadro se pintó entre 1658 y 1660 en óleo sobre lienzo. Destacan, como en toda obra del holandés el tremendo manejo de la iluminación y, sobre todo en este cuadro, la perspectiva. Las texturas de las paredes y de las ropas de la mujer son sorprendentemente precisas así como destaca también el dibujo de los azulejos situados en la esquina inferior derecha de quien observa. Por último y sin temor a caer en la repetición, sorprende la beatitud con la que Vermeer nos muestra lo cotidiano. Si bien cada quien tendrá su propia perspectiva, lo que logra el artista es unificarnos como observadores en un gesto indiscutible y repetido en las seis obras a publicar, la paz de los protagonistas.

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